EFEMÉRIDES
Toda una ruptura con la comedia imperante en sus días, de diálogo ágil y enrevesado, y una reivindicación de la desusada comedia del gag visual y la pantomima. Una encantadora comedia eminentemente visual, con una utilización liviana de los diálogos, pero con un manejo del sonido incidental perspicaz sobre todo en lo referente a animales, perros, caballos, ocas, abejas, y con una narradora singular, una genuina anciana encorvada que de vez en cuando aparece tirando de una cabra y fabulando sobre su pueblo y sus gentes. Tati expone un lugar idílico, con exposición de personajes divertidos, tiernos, traviesos, y sobre todo vitalistas, aporta en su guion un agudo sentido de la observación para retratar el costumbrismo de un entorno rural, con un naturalismo evocador, y lo transmite al espectador con un humor de mueca, no de carcajada, de los que te dejan con un regusto dulce duradero, con elaboración de slapstick que van de menos a más, con situaciones que beben del humor físico, con un tramo final impresionantemente coreografiado.
Tati basa su historia en arremeter sutilmente contra lo pernicioso del estilo occidental que estaba por llegar, un modo de vivir rápido, mecánico, burocrático, sin alma, sin contacto humano, sin corazón, se gana en eficacia y se pierde en Vida. El alter ego de Tati, es François, ejemplo de tipo tranquilo, despistado, amable, hace su labor sin prisa, si tiene que parar a ayudar a alguien se para, se para a charlar, y al querer cambiar de modo de comportarse choca con su propia Condición Humana, la cabra siempre tira al monte. Asimismo hay una mordaz referencia al estilo de vida americano, por lo menos al que se imaginaba que era, una sociedad moderna altamente avanzada en tecnología, y en frente la contemplativa sociedad rural francesa.
“Pasaporte para Pimlico” es una comedia británica producida por los célebres Estudios Ealing que Sir Michael Balcon dirigió entre 1938 y 1958 y que permitieron la producción de las mejores películas inglesas de la posguerra, desde “Al morir la noche”, “Ocho sentencias de muerte”, “Oro en barras” o “El quinteto de la muerte”. Michael Balcon había sido también el productor de las primeras películas de Hitchcock, como “El asesino de las rubias” o “39 escalones” y de “Hombres de Arán” de Flaherty.
“Pasaporte para Pimlico” es el primer largometraje de ficción dirigido por el veterano Henry Cornelius, cineasta inglés nacido en África del Sur y de familia alemana que había sido alumno de Max Reinhardt en Berlín y que emigró primero a Francia y luego a Gran Bretaña con la llegada al poder del nazismo. Su carrera la inició en el cine como montador y director de producción dirigiendo numerosos cortometrajes sobre la guerra en África del Sur. “Pasaporte para Pimlico”, que tuvo un gran éxito en el momento de su estreno en 1949, le permitió afirmarse como un excelente artesano de la escuela clásica del humor británico. En Francia el éxito fue tal que la película se mantuvo cinco meses en cines de estreno, lo que constituía todo un récord.
Con un brillante reparto coral, su protagonista es la comunidad de vecinos de Pimlico, un barrio londinense que un buen día descubre un documento de la edad media según el cual los habitantes de ese barrio son descendientes del ducado de Borgoña. Con un humor típicamente inglés y a partir de esa premisa absurda Cornelius se ríe del nacionalismo y va construyendo con aplastante lógica toda una serie de disparates administrativos, muy poco razonados, que llegan hasta a declarar la independencia del barrio y la apertura de fronteras y de aduanas para combatir el estraperlo.
Destaquemos en el reparto la presencia de grandes actores del cine inglés como Stanley Holloway, que fue dos años después cómplice de Alec Guinness en “Oro en barras” y pintoresco padre de “My Fair Lady” de George Cukor. Entre ellas señalemos la inolvidable Margaret Rutherford, gran dama del cine inglés que es aquí una experta en manuscritos antiguos y que se hizo célebre sobre todo por su interpretación de Miss Marple, la detective con faldas de Agatha Christie.Una deliciosa comedia, de esas que ves con una continua sonrisa y que cuando termina te deja un muy buen sabor de boca, además, toda una guía infalible para crear tu propio estado independiente, se acabaron los pesados referéndums, las cartillas de racionamiento y la molesta policía, con la guía Cornelius podrás pertenecer orgulloso a un territorio propio y administrarlo como quieras.
Otra joya más de la Ealing. Y van...
“El Tenorio Tímido” no es una comedia pura sino más bien una tierna historia de amor adornada con un pequeño surtido de gags cómicos, la premisa es aplastantemente sencilla: Harold es un joven que vive en un pequeño pueblo y que es enfermizamente tímido con las mujeres hasta el punto de ser incapaz de relacionarse con las chicas del pueblo o poder dirigirles la palabra sin tartamudear, sólo deja de tartamudear cuando alguien toca un silbato, en una especie de intento por compensar esa incapacidad, Harold se dedica a escribir un libro, “El secreto de hacer el amor”, libro en le que el introvertido aprendiz de sastre, relata sus imaginarias aventuras amorosas con una serie de mujeres de todo tipo, un experto en las lides femeninas que tiene "rendidas a sus pies" a cuantas chicas desea y quiere convertirse en instructor de aquellos que deseen trasegar en las aventuras amorosas a la manera de Don Juan. Cuando se dirige en tren a la ciudad para llevar su manuscrito a un editor, Harold conocerá a Mary, una simpática joven de familia elegante, en el trayecto ambos se enamorarán pero no se atreverán a manifestar abiertamente sus sentimientos, sobre todo Harold, que no quiere pretenderla hasta que sea un hombre de provecho a la altura de la posición de ella.
Podéis decir lo que queráis pero yo compré el libro que publica el gafitas en la película y… que queréis que os diga, muy bien, muy bien no me ha ido, sigo soltero, pero pensándolo bien, que narices, me ha ido de maravilla, y si ellas se ríen es porque, en el fondo, se saben derrotadas. Y si os ponéis a pensar, a él tampoco le va nada mal, al fin y al cabo se lleva a la chica ¿no?, aquí de lo que se trata es de no darse por vencido, con estrella o estrellado, el gafitas avanza y arrasa con todo lo que encuentra bajo su paso, igual que Atila. Que al muchacho le cuesta arrancar y se atasca? !Vaya problema!. En cualquier chino encontraréis un montón de silbatos por menos de un euro, y este consejo es gratis.
Espectacular esta épica segunda parte de esta Obra Maestra que fue “Los Nibelungos”, con dos partes muy diferentes, mientras la primera era un cuento de aventuras, donde la lealtad y la traición eran el motor de los personajes en esta segunda parte (para mí incluso superior, te deja más huella) la venganza más enfermiza se adueña del relato, el expresionismo alemán es un personaje más que sirve para introducirnos en el clima irrespirable. El argumento gira en torno a Krimilda hija del Rey de Worms, Gunter, y también viuda de Sigfrido, que trama un plan para vengarse del asesino de su marido, Hagen Tronje, que lo hizo mandado por Gunter, ella primero se casa con Atila, Rey de los Hunos, y para celebrar el nacimiento de su hijo celebra una fiesta a la que invita a su familia, con la que viene Tronje y en la celebración piensa desatar su encarnizado plan. La cinta está marcada por un halo de tragedia que lo impregna todo, donde el dolor traspasa la pantalla, es una radiografía del eterno sentimiento de uno de los instintos básicos del hombre como es la Venganza sin importar que te deshumanices por ello, pues en realidad se parte desde el hecho que el sufrimiento te ha extirpado el alma provocándote un vacío solo rellenable con el resarcimiento de la sangre enfrentado al otro sentimiento que es el Honor, los dos chocan derivando en este intenso drama.
Una de las obras maestras del cine mudo y del cine en general, una obra de arte en la que están representadas las corrientes artísticas del momento, con unos planos majestuosos llenos de fuerza y tragedia, una banda sonora creada especialmente para la película y que es, ella sola, una maravilla, y un final que todavía hoy te deja asombrado. Una auténtica gozada de película.
Melville llega al tope con lo mínimo, una estancia, tres personajes en manos de tres actores que redefinen la interpretación, un reloj que no deja de sonar y una fotografía austera pero narrativa y hermosa como muy pocas, eso le basta para trasladar la guerra a una insignificante habitación olvidada en un recóndito pueblo francés. La premisa es sencilla: Un soldado alemán se ve obligado a hospedarse en casa de un anciano y su sobrina, quienes a su vez se ven obligados a hospedar al soldado, Melville traslada la ocupación alemana en Francia a una insignificante habitación, la guerra se desarrolla en un terreno donde sólo habrá un arma: el silencio, y aquí tenemos la clave que diferencia la película de Melville de cualquier otra visión cinematográfica de la guerra: no hay armas, no suenan las sirenas, no hay gritos, sangre, hambre, violaciones, ni amenaza alguna, no hay desesperación ni gloria, solo hay silencio luchando contra las palabras del soldado, la resistencia francesa es muda, intelectual, psicológica, obstinada y hostil, el discurso alemán en voz del soldado es sincero, culto, ingenuo y totalmente imposible.
La belleza que aún hoy destila la película proviene de sus imágenes, poéticas, emotivas, depositarias de una turbadora delicadeza. Aparte de los largos monólogos del oficial nazi Werner Von Ebrennac, gran admirador de la cultura francesa (Howard Vernon), o la voz en “off” del paisano francés (Jean-Marin Robain) en cuya casa se aloja el oficial, la cinta es una sinfonía de gestos y miradas, de palabras y silencios, de detalles escénicos que definen a un personaje, a una situación, recordemos, por ejemplo, los clásicos que conforman la biblioteca del paisano francés, la tétrica presencia del uniforme del oficial nazi, o la breve interpretación del alemán al órgano que le aproxima, aunque sea por unos minutos, a los propietarios de la casa, son instantes que no sólo cumplen una función narrativa, sino metafórica, como pequeña muestra de un conflicto mucho más profundo.
Gran película, gran debut, punto de influencia, original… vamos puro clásico, que no cabe en una crítica y que merecería todo un libro. Nadie ha vuelto a contarnos la guerra así, y nadie lo hará.
Keaton demuestra un gran dominio del tempo de la comedia, aquí es un pionero en hacer cine dentro del cine, algo que han copiado muchos desde entonces, me vienen a la memoria “la Rosa Púrpura Del Cairo” o “El último Gran Héroe”, con un tramo onírico que ocupa la mayor parte del metraje, con un despliegue de imaginación visual antológico, con trucajes milimétricos que asombran por su nivel de perfección, con escenas que perduran en la memoria por siempre, un trabajo de cámara extraordinario con planos y tomas sublimes, imprimiendo un ritmo frenético que hace se te pase la cinta en un suspiro, y se te queden ganas de volver a verla. Una más que amena película que mezcla humor, acción, intriga romance y lirismo, todo ello con un equilibrio soberbio.
Por cierto, Buster Keaton siempre rodó sin dobles, por muy peligrosas que fueran las escenas, aquí no fue una excepción, en esta llegó él a hacer de doble del motorista que cae al suelo, pero durante la filmación de la secuencia en que queda colgado de la tubería-caño del tren, termina cayendo por el empuje del agua provocándole una lesión de cuello con la que arrastraría para siempre ataques de migrañas.
Mark Robson realizó a finales de los años cuarenta una de las primeras grandes obras del género pugilístico, una de las cintas más famosas que existen sobre boxeo, al lado de films como 'Toro salvaje ('Raging Bull', Martin Scorsese, 1980) o incluso 'Rocky' (id, John G. Avildsen, 1976), sin olvidarnos por supuesto de 'Nadie puede vencerme' ('The Set-Up', Robert Wise, 1949) o 'Cuerpo y alma' ('Body and Soul', Robert Rossen, 1947). La película está basada en un relato de Ring Lardner que escrita por Carl Foreman (primer éxito de este consagrado guionista destacado en la década de los cincuenta por películas de la talla de “Sólo ante el peligro (1952)" o "El puente sobre el río Kwait (1957)") nos relata la historia de Midge Kelly, un ambicioso y egocéntrico boxeador de descendencia humilde que hará todo lo posible por conseguir a toda costa su ansiado ascenso hacia el mundo del poder y la fama.
Robson mezcla de una forma magistral cine negro, drama, y sub-género pugilístico, fue la película que consagró definitivamente a Kirk Douglas como una estrella, con una interpretación arrolladora, intensa, iracunda, adornado todo esto por su fisicidad en los combates lo elevaron al status máximo en la Meca del Cine. La historia nos muestra cómo la miseria puede ser el motor para la codicia, ambición, materialismo, y ello puede derivar en la autodestrucción, al echarle al mundo la culpa de tus males, todos terminan por convertirse en sospechosos de tus padecimientos, esto es la energía del protagonista, esta es manejada de modo tóxico para alienar todo lo que se le acerca, para viciarlo, para exterminar lo que obstaculice su elevamiento al éxito, el dinero, la fama, el favor del público, éxito que está en tener lo que nunca has tenido, y cuando lo tienes desecharlo, ejemplo las mujeres que toma y aparta en cuanto le son suyas, en una insaciable carrera por demostrar que él puede tener lo que se le supone le es negado, una travesía por la que irá perdiendo la integridad, la nobleza, la honestidad, ganando la traición, la deslealtad, la ingratitud, una caída al abismo de la degradación moral, y todo esto retroalimentado por los traumas de la infancia, los que le marcaron trágicamente. Una reflexión ácida sobre el sempiterno “Sueño Americano”, sobre la deshumanización del Vellocino de Oro del triunfo, un enfoque amargo sobre las anheladas mieles del éxito, de cómo en estas ansias de tener más y más puedes por el camino ir perdiéndolo todo.
Un ejemplo perfecto de cómo se realizaban en aquella época las películas: descripción extraordinaria de personajes (sin enfatizar) y un desarrollo de la trama ágill, describiendo la típica historia de ascenso fulgurante y caída estrepitosa de su protagonista. Todo un puñetazo en la mandíbula del mundo podrido del boxeo y el deporte en general cuando se convierte en negocio; la avaricia, el orgullo y demás pecados capitales quedan perfectamente retratados en este espléndido film pugilístico que supuso para su protagonista una de las pocas nominaciones al oscar que tuvo en su dilatada carrera. Por cierto, el título en español, “El ídolo de barro” (no el inglés, “The Champion”), es uno de los pocos ejemplos (no recuerdo otro) de que alguna vez el cambio en este sentido ha sido acertado, y es que esta es una metáfora sobre como el éxito puede tener los pies de barro, puede ser frágil y superficial.
El papel de Ryan es genial, tanto en lo físico como en lo artístico, ayudado por su antigua condición de boxeador en la vida real, muestra una crudeza visual en su rostro, miradas y movimientos escalofriante y no le cuesta el menor trabajo hacerse con la cámara de Wise y completar una de las interpretaciónes más brillantes se su carrera. Pero el film va más allá, es un producto que brilla en todas las demás facetas, la ambientación es pletórica, los blancos y negros puros mezclados con esos tonos blanquecinos que aparecen durante todo el metraje otorgan una visualidad que hace las delicias del espectador, el combate, en tiempo real, es filmado como muy pocos otros en la historia del cine: los ángulos, el sudor, las miradas de Ryan, la respuesta de su rival Nelson (excelente también Hal Baylor), la brutalidad de los intercambios… y todo ello aderezado por un público que ve el duelo cada uno a su manera y a cual más extravagante e inquietante. Pero Wise no espera a llegar al ring para empezar a hacer gran cine, para comenzar su obra de arte, ya antes se mete en las tripas de este mundo, en sus vestuarios donde podemos ver como van desfilando ante la cámara jóvenes y veteranos, perdedores y ganadores, hombres con ilusiones y hombres en el ocaso, y no solo de sus vidas deportivas.
Extraordinaria película, un claro ejemplo de los magníficos resultados de la serie B norteamericana y de como con cierta libertad y pocos medios un director era capaz de realizar obras de gran calidad. Una obra maestra: utilización de la cámara, planificación de las escenas, perfección en la progresión narrativa, dirección de actores sublime… Sencilla y compleja a la vez, modesta económicamente, pero no artística ni intelectualmente, "Nadie puede vencerme" deja para la posteridad su durísimo pero bellísimo mensaje humanista sobre la supervivencia de perdedores entre sueños de felicidad.
Es la última película argentina de Fregonese previo a su periplo hollywoodense. Sin el expresionismo lumínico propio del cine negro hollywoodense, Fregonese y Roque Giacovino (director de fotografía) se preocupan por hacer de la profundidad de campo y los planos contrapicados una marca de estilo que determina el tono del film. Con tono melodramático pero cargada de visión social, la propuesta de Fregonese recorre los caminos tortuosos de la delincuencia y propone la acción con sentido crítico y con tensión, con notable fluidez expositiva y manifiesta gran capacidad para solventar todos los problemas derivados del complejo tratamiento psicológico de los personajes que aborda. Y la intriga no está reñida con un guiño que hace al espectador para que éste siempre sepa que la fatídica cuenta atrás, inexorable y dramática, fatalmente terminará llegando a su destino.
Un prodigio narrativo que potencia un guion que sabe eludir con elegancia todos los clichés del género. Un excelente film de Fregonese con una actuación soberbia de Jorge Salcedo (José Morán), pero además del protagonista, el film brilla por un grupo de actores secundarios notables que interpretan a la particular fauna carcelaria: Sebastián Chiola, Nathan Pinzón y Homero Cárpena forman un trío memorable de presos, asimismo, Tito Alonso, como el hermano de José Morán, encaja a la perfección en su rol de hermano honesto que debe aceptar una ayuda de su hermano, aunque luego éste empiece a creer que lo traiciona. Un súper clásico del cine policíaco argentino, una gran película se mire por donde se mire, para no perdérsela.
El punto de partida de “Relato Criminal” es contarnos como un agente federal intenta apresar al criminal más buscado por las autoridades, un gangster al que algunos ciudadanos miran como un auténtico héroe, protegido por uno de los mejores abogados de la ciudad siempre logra evadir a la justicia gracias a las argucias legales más rebuscadas jamás imaginadas, la única forma de meterlo entre rejas es conseguir su libro de cuentas (el verdadero, evidentemente) y condenarlo por evasión de impuestos. Nos ofrece como protagonista no a un duro detective sino a alguien potencialmente tan poco carismático como un agente del Tesoro (ya me perdonarán los lectores que trabajan en dicho departamento), que responde al nombre de Frank Warren (un muy inspirado Glenn Ford), tal y como indican los rótulos iniciales, lo que pretende la película es reivindicar a esas personas que hicieron un trabajo tan duro por el bien de la sociedad y que no son suficientemente recordadas.
El enfoque que Lewis la da a la historia es inmejorable, la película trata de darnos a conocer a esos héroes anónimos que meten entre rejas a delincuentes súper conocidos, para ello opta por un enfoque a mi juicio muy acertado, mientras que que somos testigos en todo momento de lo que hace el agente federal, la cara del delincuente en cuestión nunca nos es desvelada, viéndole únicamente, y de lejos, al inicio y al final de la película. Y, por descontado, aunque aquí la clave sean los balances de cuentas, en un filme sobre gangsters no pueden faltar los tiros y las escenas de suspense, el gran mérito de los guionistas y el director es conseguir un balance bastante equilibrado entre dichas secuencias de corte más policíaco con aquellas de tipo más realista, en que los protagonistas batallan infructuosamente contra una organización criminal demasiado poderosa para ellos, comandada por «el Gran Hombre», cuyo rostro nunca vemos.
Joseph H. Lewis es el cerebro en la sombra con su nada grandilocuente realización, pero haciendo gala de una pericia que ya quisieran otros. Con un dominio perfecto del ritmo, adornado en algunos momentos de movimientos de cámara arriesgados y atrevidos para la época, Lewis nos introduce de lleno en la más que interesante trama de la película, una trama que se vuelve oscura y violenta según va avanzando, incluso se permite el lujo de cambiar un poco de tono, sin que esto dañe lo más mínimo al film, me refiero al momento en el que el personaje central está perdido porque se cree vencido por el sistema, al no poder hacer nada contra las amenazas que ha recibido por continuar con sus actividades, instante ese en el que Lewis nos habla de que nunca hay que tirar la toalla si creemos que hacemos lo correcto.
Una excelente película, pienso que no está nada mal pasar una buena tarde viendo un clásico del tipo de “Relato criminal” que, sin ser obra maestra, sí es una obra de factura intachable, incluido el guion.
Una obra ambiciosa y audaz, fruto como ya comentamos del empeño de Douglas Fairbanks (intérprete, guionista y productor), quien tuvo el buen juicio de rodearse de un triunvirato genial, compuesto por Raoul Walsh en la dirección, Mitchell Leisen en el diseño de vestuario, y William Cameron Menzies a cargo de los decorados. Walsh se nos muestra ya como un director especialmente dotado para la narración, con su tradicional dominio del ritmo y de la plasmación en imágenes de una historia cualquiera. En cuanto al vestuario y a los maravillosos decorados, se opta por recrear un mundo de ficción, en el que no importa si las murallas son desmesuradas, si los vestidos anacrónicos o la arquitectura irrealizable, en efecto, es en el mundo de la fantasía y la aventura en el que estas cosas carecen de importancia, en el que es posible derrotar a la muerte con una manzana, ver el futuro en un cristal o volar en una alfombra, y también donde al final siempre triunfan el bien y el amor.
Un espectáculo visual y narrativo de primer orden al que benefician además la cuidada edición del guion, escrito entre Lotta Woods, Walsh y Fairbanks, el cual toma de referencia literaria varios cuentos más o menos relacionados entre sí por un nexo común, y la composición de una notable partitura musical que acompaña todo el metraje (dicha banda sonora resultaba un añadido extra en las proyecciones que tuvieran lugar en los lujosos cines de las principales ciudades de Europa y EE.UU., si bien se ha conservado íntegra y ha podido ser disfrutada por espectadores de otras generaciones). "El Ladrón de Bagdad" sigue siendo una obra inmortal de la Historia del cine, divertida y mágica, y una prueba irrefutable del talento, el genio y el gusto por contar historias de ese pionero llamado Raoul Walsh. Una absoluta obra de arte esta película de 1924.
Kurosawa como su propio título en castellano nos indica trata del duelo silencioso, el que sufre el protagonista, obligado por su personalidad noble a mantener oculta su enfermedad por temor a la condescendencia de los demás, prefiere sufrir en su interior el sufrimiento, ello conlleva el otro sacrificio, el que se hace por amor puro, el que obliga a dejar lo que más se quiere por no ser un lastre para el ser querido. Esto sirve para tocar el tema humanista de los valores morales, de la solidaridad, de la generosidad, haciéndonos reflexionar sobre qué haríamos nosotros en su lugar. Un protagonista estoico que se expresa a través de su decaído rostro de su proceder estoico, cargando sobre sí como una losa su infortunio, desdicha que puede ser vista como una metáfora de lo que sufría Japón por entonces, humillada por haber perdido la guerra y ser un país ocupado por una nación extranjera, bien puede ser la sífilis alegóricamente Estados Unidos, donde los ciudadanos son obligados a múltiples sacrificios por el bien común.
Basada en una conocida novela de Abbe Prevost, desarrollada originalmente a finales del siglo XVIII, esta película es uno de los más valiosos exponentes en la filmografía de un realizador especialmente singular para el cine francés: Henri-Georges Clouzot. Una historia de amor extrema, un turbador relato de amor enfermizo que crea una atmósfera asfixiante donde los personajes parecen atrapados por su enfermizo amor, un amor desgarrado donde la “femme fatale” es un demonio que manipula a su antojo a su enamorado que aunque sabe que es mala se lo perdona todo, es una relación sadomasoquista en que ella lo tortura y él lo aguanta, una relación autodestructiva en medio de este clima asfixiante.
Con su habitual maestría para la puesta en escena Clouzot construye una narración angustiosa y oscura, que resulta realzada por el empleo de una fotografía consecuente dominada por la sordidez moral de los ambientes y los personajes. Las interpretaciones funcionan bastante bien, aunque sin ser fabulosas, destacando la pequeña y caprichosa Manon, bien encarnada por Cécile Aubry. Buen guion adaptado, con algunas frases y diálogos notables, y que nunca renuncia a la dureza y tosquedad que requieren las situaciones presentadas, dando así veracidad a lo que se narra. A resaltar el tramo final, es sobrecogedor, son veinte minutos de gran cine, de una intensidad dramática soberbia, y rodados con maestría, con unos hermosos planos generales que muestran a los emigrantes arrastrándose por el desierto, son secuencias que parecen sacadas del antiguo testamento, y en las que los personajes aparecen, más que nunca, sometidos al dictado de un destino cruel, desesperado.
Maravilloso, Gracias por compartir.
ResponderEliminarBuenas noches, Oliver Twist.
EliminarSaludos.
De verdad: no sé si felicitaros por este estupendo Blog o felicitarme yo mismo por haberos descubierto casualmente. Lo dejaremos en un fifty-fifty pero tirando a un noventa y cinco por ciento a vuestro favor.
ResponderEliminarMe uno a Oliver_Twist en mi agradecimiento.
es interesante, gracias!!
ResponderEliminar¡Gran trabajo en equipo, chicos!
ResponderEliminarOtra vez lo habéis vuelto a hacer.
ResponderEliminar¡Bien!
Gran trabajo en efemérides Gracias.
ResponderEliminarSuma y sigue. Muy requetebién.
ResponderEliminarGracias.
¡Cómo me gusta esta sección!
ResponderEliminarSaludos.
A mi también. Muchas gracias, Cary.
Eliminar¡Es una gran sección! Visualmente es muy atractiva, está repleta de amor por el cine clásico, sabiduría y buen hacer.
ResponderEliminarGracias a vosotros por vuestros amables comentarios, la verdad es que así se compensa con creces el esfuerzo.
ResponderEliminarEstupendo, sin duda, el contenido: amor por el cine clásico, sabiduría y buen hacer.
ResponderEliminarNo le va a la zaga el continente: selección de imágenes y maquetación.
Continente y contenido son un complemento de lujo para vuestro Blog.
Enhorabuena a quienes lo hacéis posible.
Me ratifico en mi comentario anterior.
ResponderEliminarPor cierto, soy Fabrizio, no me gusta aparecer como "anónimo".
Muchas gracias, por presentarte y por tus palabras de elogio, Fabrizio. Gente cómo tú, hace que nos superemos día a día. Por cierto, no es nuestro blog, es de todos los que en él participamos. Tuyo también.
EliminarCerteros y eruditos sus comentarios, señor Cary Juant. Muchas gracias. Un saludo.
ResponderEliminarFabrizio.
Gracias a usted, Fabrizio. Muy amable.
EliminarSaludos cordiales
Excelente sección. La descubro ahora, así que llego tarde a efemérides anteriores, pero me apunto algunas de las que se cumplen en 1924. Especialmente me apunto los cien años de pelis de Fritz Lang y de Ernst Lubitsch. Muchas gracias.
ResponderEliminarSoy el mismo de antes. Evidentemente, he cometido un error al escribir. Quería referirme a las efemérides de 2024, con mi especial interés por algunas películas de 1924 que cumplen cien años. Perdón por el lapsus.
ResponderEliminarHola amigo anónima, muchas gracias por tus palabras, sólo comentarte que al final de la sección Efemerides puedes ver también las correspondientes a 2023.
EliminarUn cordial saludo