EFEMÉRIDES
El Demonio de las Armas
1950
Filmada por el longevo Joseph H. Lewis en el increíble tiempo de treinta días y con un presupuesto nada desdeñable para la época, 400.000 dólares, y financiada por los hermanos King, cuatro gánsteres reconvertidos en productores haciendo fortuna con el negocio de las máquinas tragaperras, “El demonio de las armas” es una estupenda película que tiene todas las virtudes de las grandes obras del cine negro destacando su ritmo y fluidez narrativa. Joseph H. Lewis no es ningún desconocido para cualquiera que se precie de ser un buen cinéfilo, pero para la mayoría de la gente este nombre le sonará a chino y sí es cierto que nunca alcanzó una fama tan grande como pudieron alcanzar otros directores clásicos, Lewis pertenece a ese grupo de semidesconocidos que aportaron al cine su granito de arena, logrando que las películas tuvieran un reconocimiento por encima de sus propios nombres. La película fue escrita por MacKinlay Kantor, autor del relato original, y un Dalton Trumbo que firma como Millard Kaufman debido a su inclusión en la lista negra de Hollywood.
Lewis hace gala de un dominio extraordinario de la técnica narrativa. Después de unos breves minutos en los que se nos informa de la niñez del protagonista y de cómo le controla su obsesión por las armas, pero jamás las usaría contra un ser humano, el film se adentra de lleno en la relación del personaje masculino con la mujer a la que conoce y que comparte su misma pasión, pero con una gran diferencia, ella puede cometer actos brutales con un arma si se ve dominada por el miedo. Tal y cómo él le dice a ella, son como un arma y su munición, no pueden estar separados, aunque queda bien claro que quien arrastra a un mundo de perdición es ella a él, en la mejor tradición del cine negro, una excelente femme fatale encarnada por una morbosa Peggy Cummins, que está en estado de gracia, desprendiendo una sensualidad pocas veces vista en el cine. Lewis no abandona ni un sólo momento a los dos protagonistas, ya estén en el mismo plano o no, con un uso de la cámara increíble, de enorme modernidad para la época, le imprime un ritmo sin descanso hasta el final. Todo el film avanza de un tirón con un crescendo dramático conseguido hasta límites insospechados.
Una pequeña joya del cine negro de serie B, una película fatalista, magníficamente rodada. Una película que vista setenta y cinco años más tarde no ha perdido ni una sola gota de su vigor, al contrario, pienso que cuando dentro de otros 75 años sea revisada, pasará exactamente lo mismo, en este caso el paso del tiempo consolida lo que es una obra imperecedera.
Lewis hace gala de un dominio extraordinario de la técnica narrativa. Después de unos breves minutos en los que se nos informa de la niñez del protagonista y de cómo le controla su obsesión por las armas, pero jamás las usaría contra un ser humano, el film se adentra de lleno en la relación del personaje masculino con la mujer a la que conoce y que comparte su misma pasión, pero con una gran diferencia, ella puede cometer actos brutales con un arma si se ve dominada por el miedo. Tal y cómo él le dice a ella, son como un arma y su munición, no pueden estar separados, aunque queda bien claro que quien arrastra a un mundo de perdición es ella a él, en la mejor tradición del cine negro, una excelente femme fatale encarnada por una morbosa Peggy Cummins, que está en estado de gracia, desprendiendo una sensualidad pocas veces vista en el cine. Lewis no abandona ni un sólo momento a los dos protagonistas, ya estén en el mismo plano o no, con un uso de la cámara increíble, de enorme modernidad para la época, le imprime un ritmo sin descanso hasta el final. Todo el film avanza de un tirón con un crescendo dramático conseguido hasta límites insospechados.
Una pequeña joya del cine negro de serie B, una película fatalista, magníficamente rodada. Una película que vista setenta y cinco años más tarde no ha perdido ni una sola gota de su vigor, al contrario, pienso que cuando dentro de otros 75 años sea revisada, pasará exactamente lo mismo, en este caso el paso del tiempo consolida lo que es una obra imperecedera.
Cary Juant.
El Fantasma de la Ópera
1925
“El Fantasma de la Opera” es una novela publicada en modo de serial por Gaston Leroux en 1910, y a decir verdad, es un libro que en su momento pasó desapercibido, si bien hoy todos lo reconocen como un clásico, es muy posible que todas esas alabanzas tengan que ver más con las adaptaciones fílmicas posteriores de la obra – que la sacaron del olvido – que con el texto original en sí. La versión clásica de la Universal de 1925 no es la primera adaptación del libro al cine, de hecho, hay una versión sueca de 1916 que se considera perdida, pero “El Fantasma de la Opera” de 1925 es seguramente la puesta en escena más popular de todas las versiones posteriores que se han hecho. Su producción no fue una muy tranquila que digamos, la “preview” del primer corte de la cinta de Rupert Julian no le gustó a nadie, y el estudio trajo al director Edward Sedgwick para volver a rodar segmentos enteros del film, a esas alturas Julian y Chaney se habían llevado a patadas en el set, y Julian partió con otros rumbos considerando que la Universal estaba destrozando su obra. Segdwick agregó nuevos personajes y subtramas, pero el segundo estreno tampoco le gusto a la gente, posteriormente, en setiembre de 1925, una tercera versión fue dada a conocer, y es la que mayormente se conoce hasta ahora.
“The Phantom Of The Opera” es la segunda entrega de la franquicia de monstruos clásicos creada por Universal, aunque actualmente esta película no es vista como una película del género de terror, tiene los elementos que Universal utilizaría luego en las demás películas de esta franquicia que estaba naciendo, el género de terror estaba en su etapa de pañales en aquel entonces como muchos otros géneros cinematográficos. Lo que hacía que esta película inspirara temor en la audiencia de aquel entonces no era solamente la ambigüedad y el misterio que yace en el ambiente, sino la monstruosa apariencia de Erik hecha con un maquillaje que era bastante avanzado para la época, Lon Chaney, que ya había logrado asombrar al público como Cuasimodo usando un maquillaje que lo hacía ver como un auténtico hombre deforme, en esta película vuelve a repetir lo mismo, pero con una criatura que cumple los estándares del terror de aquella época.
Película mítica que destaca por su trabajo de luz, muy influenciado por el expresionismo, por el antes mencioado maquillaje del fantasma, y por excelente trabajo de decorados y atrezzo, que da un estupenda ambientación gótica muy bien conseguida, para ello se contrató a un hombre que trabajó realmente en la ópera de París de la época. La cinta posee un ritmo frenético, con escenas góticas que beben del mejor expresionismo alemán, con persecuciones por las catacumbas, caída de lámpara araña, carreras por París y todo ello coronado por el terrorífico Fantasma-Lon Chaney, con su presencia inunda la pantalla, encarnando a uno de los iconos del cine de género. Chaney se hacía su propio maquillaje y el del Fantasma es fascinante, es un rostro que infunde miedo y repulsión, que transmite vileza y locura, su interpretación es magnífica, arrasa con todo cada vez que hace acto de presencia, con y sin máscara, es malvado, obsesivo, paranoico, extravagante, su don para la música solo es igualado por sus virtudes criminales, y aún con todo levanta lástima en nosotros, pues se aprecia cierto dolor en su interior.
Como curiosidad se conserva una escena en Technicolor de dos colores (no es que hubiera solo dos colores, sino que se mezclan dos colores para conseguir la variedad cromática, el technicolor por todos conocido del cine sonoro, de los 30, que aún hoy es la mejor técnica de color que ha habido en el audiovisual, es de tres colores) y otra escena en la que todo está en blanco y negro, y solo la capa del fantasma está pintada a mano de color rojo (y muy bien pintada, pues respeta las zonas oscuras de los doblados de la ropa), vamos una gozada.
Todo un clásico imprescindible del cine.
Cary Juant.
El Caso de Thelma Jordon
1950
El alemán Robert Siodmak fue uno de los grandes directores de la historia del cine y un nombre imprescindible para entender el cine americano de los años cuarenta. Basta echar una ojeada a la filmografía del germano para verificar que nos encontramos ante un maestro del cine negro, suyas son algunas joyas como: “Forajidos”, “El abrazo de la muerte”, “La dama desconocida”, “A través del espejo”, “El sospechoso”, así como una de las cumbres del cine de suspense “La escalera de caracol” y para rematar el repaso merece la pena reseñar esa extraordinaria película que mezclaba con mucho tino la comedia con el cine de piratas que fue “El temible burlón”. Siodmak fue un virtuoso que dominaba todas las facetas técnicas asociadas con el arte cinematográfico, sus obras se revestían de una atmósfera tenebrosa y funesta dominada por el mundo de las sombras en las que una fotografía muy influenciada por el expresionismo alemán dotaba a sus films de una belleza pictórica próxima al mundo de las pinturas negras de Goya.
“El caso de Thelma Jordon” es una de las películas menos conocidas de la etapa americana de Siodmak. Pertenece a la época tardía de este período ya que fue de las últimas cintas que Siodmak rodó en EEUU antes de su retorno a Europa, sin embargo, aunque este hecho pueda hacer entender que nos encontramos con una película menor de Siodmak, sin duda es una más que agradable sorpresa que resume una forma de hacer cine que posteriormente se perdió: la del melodrama romántico de ambientación muy negra.
“El caso de Thelma Jordon” adopta básicamente el formato de cine de género negro por lo que en un principio la trama esencial no parece demasiado original. La manipulación de un hombre por parte de una femme-fatale para conseguir salir indemne de una acción criminal forma parte del argumento de múltiples películas de género negro, podemos hablar por ejemplo de maravillas como “Perdición” (1944) de Billy Wilderr, “La Golfa” (1931) y “La bestia humana” (1938) de Renoir, el díptico de Frizt Lang “La Mujer del cuadro” (1944) y “Perversidad” (1945) o las distintas versiones realizadas sobre la novela de James M. Cain “El cartero siempre llama dos veces” (Tay Garnett, 1946) y (Bob Rafelson,1981). En la mayoría de estos films la mujer es presentada con connotaciones negativas: tremendamente cerebrales, muy frías, mentirosas y manipuladoras; en ningún caso se arrepienten del mal causado o de haber destrozado la vida de sus víctimas, con frecuencia hombres normales y corrientes o detectives que se las dan de listo. Sin embargo, Siodmak nos ofrece a través de un espléndido guión firmado Ketti Frings, una serie de variantes muy interesantes y novedosas que dotan al film de una patente originalidad y personalidad propia, Siodmak consigue suministrar su estilo formal a cada secuencia y a la química que desprende la pareja protagonista: el reivindicable secundario que fue Wendell Corey (poseedor de una belleza distraída y a la vez inquietante) y la sublime Barbara Stanwyck que dibuja un personaje en principio manipulador y maquiavélico (a lo Martha Ivers) gracias a su penetrante y fría mirada, para finalmente culminar de un modo radicalmente distinto, la película resulta un ejemplo claro de la enorme y amplia capacidad interpretativa de la Stanwyck, quien nos regala una vez más una creación inolvidable, de esas que calan en lo más profundo.
Una cinta más que interesante de visionado imprescindible para los amantes del cine negro clásico.
“El caso de Thelma Jordon” es una de las películas menos conocidas de la etapa americana de Siodmak. Pertenece a la época tardía de este período ya que fue de las últimas cintas que Siodmak rodó en EEUU antes de su retorno a Europa, sin embargo, aunque este hecho pueda hacer entender que nos encontramos con una película menor de Siodmak, sin duda es una más que agradable sorpresa que resume una forma de hacer cine que posteriormente se perdió: la del melodrama romántico de ambientación muy negra.
“El caso de Thelma Jordon” adopta básicamente el formato de cine de género negro por lo que en un principio la trama esencial no parece demasiado original. La manipulación de un hombre por parte de una femme-fatale para conseguir salir indemne de una acción criminal forma parte del argumento de múltiples películas de género negro, podemos hablar por ejemplo de maravillas como “Perdición” (1944) de Billy Wilderr, “La Golfa” (1931) y “La bestia humana” (1938) de Renoir, el díptico de Frizt Lang “La Mujer del cuadro” (1944) y “Perversidad” (1945) o las distintas versiones realizadas sobre la novela de James M. Cain “El cartero siempre llama dos veces” (Tay Garnett, 1946) y (Bob Rafelson,1981). En la mayoría de estos films la mujer es presentada con connotaciones negativas: tremendamente cerebrales, muy frías, mentirosas y manipuladoras; en ningún caso se arrepienten del mal causado o de haber destrozado la vida de sus víctimas, con frecuencia hombres normales y corrientes o detectives que se las dan de listo. Sin embargo, Siodmak nos ofrece a través de un espléndido guión firmado Ketti Frings, una serie de variantes muy interesantes y novedosas que dotan al film de una patente originalidad y personalidad propia, Siodmak consigue suministrar su estilo formal a cada secuencia y a la química que desprende la pareja protagonista: el reivindicable secundario que fue Wendell Corey (poseedor de una belleza distraída y a la vez inquietante) y la sublime Barbara Stanwyck que dibuja un personaje en principio manipulador y maquiavélico (a lo Martha Ivers) gracias a su penetrante y fría mirada, para finalmente culminar de un modo radicalmente distinto, la película resulta un ejemplo claro de la enorme y amplia capacidad interpretativa de la Stanwyck, quien nos regala una vez más una creación inolvidable, de esas que calan en lo más profundo.
Una cinta más que interesante de visionado imprescindible para los amantes del cine negro clásico.
Cary Juant.
Un Hombre va por el Camino
1949
Celebra con nosotros el 75 aniversario
del estreno de Un Hombre va por el Camino.
Poeta, dramaturgo, novelista y cineasta, el gallego Manuel Mur Oti fue una de las figuras más rutilantes del cine español de los años cincuenta; grandilocuente y desmesurado en sus declaraciones públicas, transmitió a sus películas la pasión con la que se entregó a su profesión. Su primera película como director fue el film que hoy nos ocupa, “Un hombre va por el camino” (1949), la historia de un Juan Nadie que, vagabundeando, termina con sus pasos en Monte Oscuro, donde una viuda y su hija le acogen. Un absorbente melodrama capaz de emocionar profundamente, al menos a este que les habla, y gran parte de la responsabilidad en esa emoción la tiene la actuación inolvidable de Fernando Nogueras, un portento de calculada espontaneidad y pluralidad de registros que no llegó a tener el éxito artístico para el que esta película lo catapultaba. El otro factor cinematográfico que hace más que necesaria la contemplación de esta película es la fotografía del maestro que fue Manuel Berenguer, responsable de la fotografía de la mítica “Bienvenido Mr. Marshall” o de obras tan famosas y populares como “Doctor Zhivago” y “Rey de Reyes”, entre otra muchas, las tierras de León, fotografiadas en un impresionante blanco y negro que juega con las nubes, la lluvia, la niebla y el sol como un malabarista, y el rancho en lo alto de un picacho, filmado, recurrentemente, en contrapicado, constituyen un auténtico personaje de la película.
Mur Oti sienta aquí las bases de lo que sería una gran parte de su filmografía, como la vinculación de la mujer a la tierra, el sentimiento de culpa heredado y el uso del drama rural como alegoría más compleja. La estructura del film tiene mucho de western, aunque el engarce genérico esté realmente en el melodrama. La tensión entre la mujer de la cumbre y las chismosas vecinas del pueblo del valle, enfocada desde la estrecha moralidad de la época, pero sin que los personajes, todos ellos católicos creyentes y practicantes, se opongan radicalmente a ella, por más que se contraponga la nobleza del comportamiento a la beatería y la miseria moral, sirve de contrapunto social que permite desahogar la creciente sensación de hallarnos en una cumbre agreste desde la que tan pronto nos parece estar ante una relación pronta a pecar de almibarada, como ante una relación imposible y de difícil desenlace.
Hacedme caso, bien haréis todos los buenos amantes del cine en rescatar esta estupenda película con la que Manuel Mur Oti debutó en el cine.
Mur Oti sienta aquí las bases de lo que sería una gran parte de su filmografía, como la vinculación de la mujer a la tierra, el sentimiento de culpa heredado y el uso del drama rural como alegoría más compleja. La estructura del film tiene mucho de western, aunque el engarce genérico esté realmente en el melodrama. La tensión entre la mujer de la cumbre y las chismosas vecinas del pueblo del valle, enfocada desde la estrecha moralidad de la época, pero sin que los personajes, todos ellos católicos creyentes y practicantes, se opongan radicalmente a ella, por más que se contraponga la nobleza del comportamiento a la beatería y la miseria moral, sirve de contrapunto social que permite desahogar la creciente sensación de hallarnos en una cumbre agreste desde la que tan pronto nos parece estar ante una relación pronta a pecar de almibarada, como ante una relación imposible y de difícil desenlace.
Hacedme caso, bien haréis todos los buenos amantes del cine en rescatar esta estupenda película con la que Manuel Mur Oti debutó en el cine.
Cary Juant.
Peter Pan
1924
Ya sabéis que Peter, al nacer, oyó cómo sus padres hablaban de su futuro, primero la escuela, luego la oficina…, y que entonces decidió escaparse volando por la ventana, porque todos los niños fueron antes pájaros y, hasta poco después de nacer, aún pueden volar, cuando quiso volver resultó que su ventana estaba cerrada y en su cama había otro niño, una tragedia, si lo cuentas así, pero Peter estaba acostumbrado a la tragedia, esa es la vida del aventurero, y además las cosas se le olvidaban enseguida, eso es algo que pasa cuando se está mucho tiempo en el “País de Nunca Jamás”, un lugar que todos tenemos en la mente cuando somos niños, pero del que, al perder la costumbre de ir, olvidamos el camino y olvidamos hasta que existe. Fue J.M. Barrie quien se lo inventó para los hijos de Sylvia Llewellyn-Davies en 1902, luego, en 1904, lo convirtió en obra teatral producida por Charles Frohman, pero la pieza era tan cara de poner en escena, con sus juegos de luces y cuerdas y su multitud de escenarios y prodigios, que ni Barrie ni Frohman las tenían todas consigo en relación a aquella obra para adultos solo comprensible por los niños, pero, por suerte para todos nosotros, el éxito fue completo.
Antes de que Walt Disney la llevara a la pantalla, “Peter Pan”, ya se había rodado para la Paramount en una producción de Jesse J. Lasky, con Herbert Brenon en la dirección y guion de Willis Goldbeck, quien cerrará su carrera nada menos que co-escribiendo “El hombre que mató a Liberty Valance” para John Ford en 1962. Incorporaron numerosos diálogos literales y la práctica totalidad de sucesos de la obra, todo lo cual proporciona a la narración una gran viveza, a todo esto se le suma una excelente escenografía, repleta de imaginación y suntuoso estilo de Art Nouveau, lleno de motivos vegetales y ornamentales, y una elegante fotografía de James Wong Howe, uno de los más grandes maestros de la luz y operadores de cámara de la historia, consiguiendo instantes de intensa emoción y efectos tan logrados como el de la misma existencia de Campanilla, conseguida miniaturizando a la actriz Virginia Browne gracias a una técnica fotográfica de exposición múltiple que la hace convivir en plano con el resto de personajes con sorprendente naturalidad.
El personaje de “Peter Pan” era interpretado tradicionalmente por una mujer, en parte debido a que las actrices menudas eran más fáciles de levantar con los antiguos arneses que simulaban el vuelo, muchas actrices se postularon para el papel, entre ellas Mary Pickford, Gloria Swanson y Lilian Gish, Barrie asistió personalmente a todas las audiciones, y se decantó por una adolescente de New Jersey con poca experiencia actoral, Betty Bronson, sus prácticas de ballet con el coreógrafo del Ballet Ruso, Michel Fokine, le ayudaron a que pareciera que realmente estaba volando, su eterna sonrisa y sus movimientos de bailarina fascinaron a Barrie y tan encantado quedó el autor con la chica que esta filmaría dos años después otra adaptación suya, “A Kiss for Cinderella”, dirigida también por Herbert Brenon, intentando prorrogar el gran éxito de “Peter Pan”, aunque sin lograrlo.
Se estrenó en la Navidad de 1924, después, como si fuera uno más de los “Niños Perdidos”, despareció en su propio “País de Nunca Jamás”, Paramount, según costumbre de los estudios de la época, consideraba sus producciones fílmicas como material desechable, las películas eran tan efímeras como el periódico del día, ¿Por qué molestarse en conservar una copia? El “Museum of Modern Art” no pudo encontrar ninguna, tampoco la “Cinematheque Française”, menos aún ninguno de los rabiosos coleccionistas privados, capaces a veces de rescatar copias que otras fuentes legítimas no han podido hallar, fue durante mucho tiempo uno de los filmes perdidos más importantes de Hollywood. James Card, uno de los titanes de la preservación de películas, siempre tuvo el deseo de volver a ver su film favorito de la infancia con desesperada nostalgia, fue él quien, trabajando de joven para Kodak en Rochester, descubrió un baúl añejo con películas de nitrato en mal estado, a Card le asustaba la idea de que los ejecutivos de la Kodak declararan el material como peligroso (que ciertamente sí lo era) y lo eliminaran como basura, pero Card convenció a Kodak para que se pusiera en contacto con Iris Barry, visionaria preservadora de filmes del “Museum of Modern Art”, quien destacó la importancia de esas copias únicas, las adquirió y las salvó. A partir de una copia original de nitrato se hizo una copia restaurada y se re-estrenó la película en el Silent Film Festival de Podenone (Italia) con música de Philip Carli.
Una delicia, una película excelente para introducir a los niños en la magia del cine mudo, es todo lo que debería ser un cuento: maravilloso, encantador, hilarante, lleno de aventuras y emociones.
Antes de que Walt Disney la llevara a la pantalla, “Peter Pan”, ya se había rodado para la Paramount en una producción de Jesse J. Lasky, con Herbert Brenon en la dirección y guion de Willis Goldbeck, quien cerrará su carrera nada menos que co-escribiendo “El hombre que mató a Liberty Valance” para John Ford en 1962. Incorporaron numerosos diálogos literales y la práctica totalidad de sucesos de la obra, todo lo cual proporciona a la narración una gran viveza, a todo esto se le suma una excelente escenografía, repleta de imaginación y suntuoso estilo de Art Nouveau, lleno de motivos vegetales y ornamentales, y una elegante fotografía de James Wong Howe, uno de los más grandes maestros de la luz y operadores de cámara de la historia, consiguiendo instantes de intensa emoción y efectos tan logrados como el de la misma existencia de Campanilla, conseguida miniaturizando a la actriz Virginia Browne gracias a una técnica fotográfica de exposición múltiple que la hace convivir en plano con el resto de personajes con sorprendente naturalidad.
El personaje de “Peter Pan” era interpretado tradicionalmente por una mujer, en parte debido a que las actrices menudas eran más fáciles de levantar con los antiguos arneses que simulaban el vuelo, muchas actrices se postularon para el papel, entre ellas Mary Pickford, Gloria Swanson y Lilian Gish, Barrie asistió personalmente a todas las audiciones, y se decantó por una adolescente de New Jersey con poca experiencia actoral, Betty Bronson, sus prácticas de ballet con el coreógrafo del Ballet Ruso, Michel Fokine, le ayudaron a que pareciera que realmente estaba volando, su eterna sonrisa y sus movimientos de bailarina fascinaron a Barrie y tan encantado quedó el autor con la chica que esta filmaría dos años después otra adaptación suya, “A Kiss for Cinderella”, dirigida también por Herbert Brenon, intentando prorrogar el gran éxito de “Peter Pan”, aunque sin lograrlo.
Se estrenó en la Navidad de 1924, después, como si fuera uno más de los “Niños Perdidos”, despareció en su propio “País de Nunca Jamás”, Paramount, según costumbre de los estudios de la época, consideraba sus producciones fílmicas como material desechable, las películas eran tan efímeras como el periódico del día, ¿Por qué molestarse en conservar una copia? El “Museum of Modern Art” no pudo encontrar ninguna, tampoco la “Cinematheque Française”, menos aún ninguno de los rabiosos coleccionistas privados, capaces a veces de rescatar copias que otras fuentes legítimas no han podido hallar, fue durante mucho tiempo uno de los filmes perdidos más importantes de Hollywood. James Card, uno de los titanes de la preservación de películas, siempre tuvo el deseo de volver a ver su film favorito de la infancia con desesperada nostalgia, fue él quien, trabajando de joven para Kodak en Rochester, descubrió un baúl añejo con películas de nitrato en mal estado, a Card le asustaba la idea de que los ejecutivos de la Kodak declararan el material como peligroso (que ciertamente sí lo era) y lo eliminaran como basura, pero Card convenció a Kodak para que se pusiera en contacto con Iris Barry, visionaria preservadora de filmes del “Museum of Modern Art”, quien destacó la importancia de esas copias únicas, las adquirió y las salvó. A partir de una copia original de nitrato se hizo una copia restaurada y se re-estrenó la película en el Silent Film Festival de Podenone (Italia) con música de Philip Carli.
Una delicia, una película excelente para introducir a los niños en la magia del cine mudo, es todo lo que debería ser un cuento: maravilloso, encantador, hilarante, lleno de aventuras y emociones.
Cary Juant.
Con las Horas Contadas
1949
Celebra con nosotros el 75 aniversario
del estreno de Con las Horas Contadas.
Rudolph Maté, nacido en 1898 en Cracovia (ciudad del imperio Austro-Húngaro por aquel entonces), se convirtió en un camarógrafo de referencia después de colaborar con el director danés Carl Theodor Dreyer en dos obras maestras de la talla de “La pasión de Juana de Arco” (1928) y “Vampyr” (1932); a mediados de la década de los años treinta cruzó el charco e inició una prolífica etapa en Hollywood, siendo nominado al Oscar a la mejor fotografía cinco veces consecutivas entre 1940 y 1944. En 1947 decidió dar un giro a su carrera y comenzó a dirigir sus propias películas, su ópera prima fue la comedia romántica “Tienes que ser tú” (1947), interpretada por Ginger Rogers y Cornel Wilde, pero la piedra angular de su filmografía como director es sin duda “Con las horas contadas” (D.O.A.). Russell Rouse y Clarence Green fueron los encargados de escribir la historia y adaptarla a la gran pantalla, su trabajo es el pilar sobre el que se asienta la película, con un argumento enrevesado narrado por el protagonista en un prolongado y trepidante flashback a lo largo del cual se va desentrañando una oscura trama por la que van desfilando toda una suerte de personajes rastreros y sin escrúpulos. A destacar también la brillantísima fotografía en blanco y negro de Ernest Laszlo, utilizada por el director para imprimir en la obra su particular estilo visual, con travellings sutiles, acciones continuas en un mismo plano y atmósferas urbanas que amplifican el estado de hostigamiento del protagonista transmitiéndolo de forma magistral al espectador.
D.O.A. (“Death On Arrival”, que podríamos traducir como “muerto al llegar”) es conocida fundamentalmente por su curiosa premisa, que el protagonista investiga su propia muerte, pero más allá de eso es otro fantástico ejemplo de ese maravilloso cine negro que se hacía por aquella época en Hollywood, una película con un ritmo imparable y, como ya hemos comentado antes, con un argumento bastante enrevesado, pero da un poco lo mismo porque fílmicamente es todo frenesí y no te deja tiempo ni para pensar. Son fantásticos sus planos callejeros, quemados por el sol de California, también circula por allí un tipo que hace de matón de metro y medio que no tiene pinta de haber superado muchos castings y que cuando se aburre mira a cámara con un ojo solo, porque es bizco, pero una vez que te fijas en él ya no puedes dejar de vigilarlo, y claro, después tenemos al Señor Frank Bigelow que nos cuenta cómo ha vivido su última pesadilla, saber que va a morir dentro de unas horas, pero sin saber el por qué, el papel de Frank lo interpreta magistralmente Edmond O'Brien que, por fin, deja de ser el actor de reparto de tantas películas –aunque con la recompensa del Oscar– y lleva todo el peso de la película con el abanico completo de las emociones que la situación exige.
Una de las mejores muestras de “film noir” de su época, lo cual es mucho decir, una fantástica película con un perfecto equilibrio entre acción, violencia, drama, romance y un suspense electrizante, todo ello aderezado con unas finas gotas de humor negro.
D.O.A. (“Death On Arrival”, que podríamos traducir como “muerto al llegar”) es conocida fundamentalmente por su curiosa premisa, que el protagonista investiga su propia muerte, pero más allá de eso es otro fantástico ejemplo de ese maravilloso cine negro que se hacía por aquella época en Hollywood, una película con un ritmo imparable y, como ya hemos comentado antes, con un argumento bastante enrevesado, pero da un poco lo mismo porque fílmicamente es todo frenesí y no te deja tiempo ni para pensar. Son fantásticos sus planos callejeros, quemados por el sol de California, también circula por allí un tipo que hace de matón de metro y medio que no tiene pinta de haber superado muchos castings y que cuando se aburre mira a cámara con un ojo solo, porque es bizco, pero una vez que te fijas en él ya no puedes dejar de vigilarlo, y claro, después tenemos al Señor Frank Bigelow que nos cuenta cómo ha vivido su última pesadilla, saber que va a morir dentro de unas horas, pero sin saber el por qué, el papel de Frank lo interpreta magistralmente Edmond O'Brien que, por fin, deja de ser el actor de reparto de tantas películas –aunque con la recompensa del Oscar– y lleva todo el peso de la película con el abanico completo de las emociones que la situación exige.
Una de las mejores muestras de “film noir” de su época, lo cual es mucho decir, una fantástica película con un perfecto equilibrio entre acción, violencia, drama, romance y un suspense electrizante, todo ello aderezado con unas finas gotas de humor negro.
Cary Juant.
El Último
1924
Poco después de rodar su genial obra de terror expresionista "Nosferatu el Vampiro (1922)" F. W. Murnau nos regaló la que seguramente es su película más innovadora narrativamente hablando, "El Último". La película marca el inicio de los movimientos de cámara que otorgaban otro dinamismo a la narración, la cual, por cierto, se desarrolla con fluidez pese a la casi total ausencia de intertítulos, salvo el epílogo final y una breve lectura de una carta, la no aparición de narración escrita la asumimos con total naturalidad durante el visionado gracias a la extraordinaria labor narrativa que realizó Murnau con su película, basándose casi exclusivamente en las acciones físicas de los personajes para desenvolver la trama. Todo en "El Último" se adivina por lo que la cámara capta, por lo que sus personajes hacen, es un filme mudo, y no sólo en el sentido de que no hay sonido, pero su expresividad es desbordante, tanto que ella sola articula la acción. A este nuevo sistema de rodaje se le denominó "La cámara desencadenada" ("Die entfesselte Kamera").
Murnau se aleja del expresionismo más puro para explorar nuevos caminos dentro del movimiento “kammerspielfilm”. Este movimiento se inspira en el “Kammerspiele” (Teatro de Cámara) de Max Reinhardt. El “kammerspielfilm” se acerca a un tono más realista, pero sin alejarse completamente del expresionismo, se centra en la psicología de los personajes y en la atmósfera opresiva en que se mueven los personajes y que sugiere los cambios de ánimo. Se rechaza toda acción superflua que no tenga que ver con los sentimientos del personaje, los temas tratados son temas cercanos, cotidianos. Se tiende al uso de los primeros planos y a la iluminación contrastada, la acción se construye de forma lineal y se intenta minimizar el uso de rótulos.
Murnau realiza en "El Último" una brutal e inmisericorde crítica al capitalismo más despiadado del mundo moderno y a la hipócrita sociedad de las apariencias. Para el protagonista, el aparentar se convierte en un instinto, en un juego de supervivencia en el barrio en el que vive, un barrio humilde de vecinos con pretensiones y costumbres de clase alta, de vecinos enredados en el "quiero y no puedo". Además aborda el tema de la vejez en la vida laboral, tan de moda actualmente en nuestro país, y lo que todo ello conlleva, en este caso la pérdida de un uniforme, sus galones para el protagonista, a imagen y semejanza de lo ocurrido con muchos militares tras la Primera Guerra Mundial, que tuvieron que readaptarse a la vida laboral en Alemania y dejar de ser vistos como héroes al perder sus uniformes.
Una obra maestra única y maravillosa y todo un monumento a la expresividad de la imagen. Por cierto, la película tuvo un enorme éxito de crítica y de público, causando sensación en todo el mundo; en EEUU quedaron tan maravillados por las innovaciones técnicas del film que la Fox echó el lazo a Murnau, convirtiéndose en uno de los primeros europeos contratados por Hollywood cuando comenzó a llevarse a sus posibles competidores. También fue la catapulta de Emil Jannings, que no pudo soportar el ritmo de vida americano y volvió a Alemania, donde rodó en 1930 la magnífica “El ángel azul”, de Josef von Sternberg. Sin duda, recomiendo que todo aquel que no haya visto esta prodigiosa película la vea sin falta, ya que creo que es un film imprescindible.
Murnau se aleja del expresionismo más puro para explorar nuevos caminos dentro del movimiento “kammerspielfilm”. Este movimiento se inspira en el “Kammerspiele” (Teatro de Cámara) de Max Reinhardt. El “kammerspielfilm” se acerca a un tono más realista, pero sin alejarse completamente del expresionismo, se centra en la psicología de los personajes y en la atmósfera opresiva en que se mueven los personajes y que sugiere los cambios de ánimo. Se rechaza toda acción superflua que no tenga que ver con los sentimientos del personaje, los temas tratados son temas cercanos, cotidianos. Se tiende al uso de los primeros planos y a la iluminación contrastada, la acción se construye de forma lineal y se intenta minimizar el uso de rótulos.
Murnau realiza en "El Último" una brutal e inmisericorde crítica al capitalismo más despiadado del mundo moderno y a la hipócrita sociedad de las apariencias. Para el protagonista, el aparentar se convierte en un instinto, en un juego de supervivencia en el barrio en el que vive, un barrio humilde de vecinos con pretensiones y costumbres de clase alta, de vecinos enredados en el "quiero y no puedo". Además aborda el tema de la vejez en la vida laboral, tan de moda actualmente en nuestro país, y lo que todo ello conlleva, en este caso la pérdida de un uniforme, sus galones para el protagonista, a imagen y semejanza de lo ocurrido con muchos militares tras la Primera Guerra Mundial, que tuvieron que readaptarse a la vida laboral en Alemania y dejar de ser vistos como héroes al perder sus uniformes.
Una obra maestra única y maravillosa y todo un monumento a la expresividad de la imagen. Por cierto, la película tuvo un enorme éxito de crítica y de público, causando sensación en todo el mundo; en EEUU quedaron tan maravillados por las innovaciones técnicas del film que la Fox echó el lazo a Murnau, convirtiéndose en uno de los primeros europeos contratados por Hollywood cuando comenzó a llevarse a sus posibles competidores. También fue la catapulta de Emil Jannings, que no pudo soportar el ritmo de vida americano y volvió a Alemania, donde rodó en 1930 la magnífica “El ángel azul”, de Josef von Sternberg. Sin duda, recomiendo que todo aquel que no haya visto esta prodigiosa película la vea sin falta, ya que creo que es un film imprescindible.
Cary Juant.
Yakuza
1974
“Yakuza” supuso el primer guion cinematográfico de Paul Schrader —ayudado por el no menos conocido Robert Towne (‘Chinatown’, ‘La tapadera’, ‘Misión imposible’...) —, quien al parecer cogió un argumento de su hermano Leonard Schrader adjudicándose casi todo el mérito. Para dirigirla sonó el nombre de Martin Scorsese, con quien Schrader colaboraría en futuras ocasiones, pero los productores exigieron a Sydney Pollack quien intentó que el papel principal fuese a manos de Robert Redford, su actor fetiche, antes de eso se pensó en Lee Marvin, quien intentó que el film fuese dirigido por Robert Aldrich, anécdota esta que sirve para dejar soñando despierto a cualquier cinéfilo. Con todo los resultados fueron superiores a lo esperado, una película que combina con inusitada pericia intimismo y espectacularidad.
Un thriller con una tremenda carga de profundidad, una honda reflexión sobre los sentimientos de culpa, la penitencia, el perdón, la amistad, el sacrificio, la traición y el poderoso sentimiento del deber, en el escenario de un Japón pujante pero en el que todavía subyacen códigos ancestrales. Harry Kilmer (Gran Robert Mitchum) es reclutado por un antiguo amigo suyo, George Tanner (Buen Brian Keith), compañero en la II GM, para que se traslade de USA a Tokio para rescatar a su hija que ha sido secuestrada por la mafia local, la Yakuza, allí Kilmer se reencontrará con su atormentado pasado, pues allí se vio forzado a dejar a su amada japonesa, Eiko (deliciosa Keiko Kishi) por culpa de su hermano, Tanaka Ken (Majestuoso Ken Takakura), un soldado nipón que por su código de honor no puede soportar que su hermana fuera ayudada a salir de la miseria por Kilmer. Con estos mimbres se teje un excelente thriller, un portento de equilibrio de ritmo, alternado la acción desenfrenada con emocionantes momentos intimistas, unos personajes brillantemente construidos, una evolución de estos inteligente, unas escenas de acción que son un prodigio de gran coreografía, de las que atrapan en el sillón, unos actores en estado de gracia, colosales transmitiendo sentimientos, imperiales en la interacción, con una fascinante historia de amor, de las que recordarás para siempre, una historia de amistad titánica, y con un colofón de los más grandes que el Séptimo Arte ha parido, el último tramo de la cinta te pondrá el vello de punta, te estremecerá, te dejará fascinado, sobrecogedor.
La belleza de la fotografía nocturna, con sus neones, suelo mojado y anuncios, junto a la tradición en forma de pequeños templos aquí y allá en la calle, junto a sus paraguas y ritmo pausado recuerda poderosamente al "Blade Runner " de Ridley Scott. La película es rica en silencios que lo cuentan todo, los silencios de la mujer y lo que oculta, los de Ken Takakura, causados por su concepción del honor y de la deuda y los silencios de Mitchum. Y luego está la acción, reservada al último tercio de película, lejos de los fuegos artificiales y virguerías fantasiosas que hoy nos encontramos en los filmes con katanas, la larga secuencia de combate es sobria pero emocionante, y tremendamente realista.
Maravilloso film. Quizás algo lento para los cánones actuales de escena por segundo, pero ¡que narices! ¡Uno está ya harto de tanta prisa! ¡Disfrutad de lo que Pollack nos ofrece!
Un thriller con una tremenda carga de profundidad, una honda reflexión sobre los sentimientos de culpa, la penitencia, el perdón, la amistad, el sacrificio, la traición y el poderoso sentimiento del deber, en el escenario de un Japón pujante pero en el que todavía subyacen códigos ancestrales. Harry Kilmer (Gran Robert Mitchum) es reclutado por un antiguo amigo suyo, George Tanner (Buen Brian Keith), compañero en la II GM, para que se traslade de USA a Tokio para rescatar a su hija que ha sido secuestrada por la mafia local, la Yakuza, allí Kilmer se reencontrará con su atormentado pasado, pues allí se vio forzado a dejar a su amada japonesa, Eiko (deliciosa Keiko Kishi) por culpa de su hermano, Tanaka Ken (Majestuoso Ken Takakura), un soldado nipón que por su código de honor no puede soportar que su hermana fuera ayudada a salir de la miseria por Kilmer. Con estos mimbres se teje un excelente thriller, un portento de equilibrio de ritmo, alternado la acción desenfrenada con emocionantes momentos intimistas, unos personajes brillantemente construidos, una evolución de estos inteligente, unas escenas de acción que son un prodigio de gran coreografía, de las que atrapan en el sillón, unos actores en estado de gracia, colosales transmitiendo sentimientos, imperiales en la interacción, con una fascinante historia de amor, de las que recordarás para siempre, una historia de amistad titánica, y con un colofón de los más grandes que el Séptimo Arte ha parido, el último tramo de la cinta te pondrá el vello de punta, te estremecerá, te dejará fascinado, sobrecogedor.
La belleza de la fotografía nocturna, con sus neones, suelo mojado y anuncios, junto a la tradición en forma de pequeños templos aquí y allá en la calle, junto a sus paraguas y ritmo pausado recuerda poderosamente al "Blade Runner " de Ridley Scott. La película es rica en silencios que lo cuentan todo, los silencios de la mujer y lo que oculta, los de Ken Takakura, causados por su concepción del honor y de la deuda y los silencios de Mitchum. Y luego está la acción, reservada al último tercio de película, lejos de los fuegos artificiales y virguerías fantasiosas que hoy nos encontramos en los filmes con katanas, la larga secuencia de combate es sobria pero emocionante, y tremendamente realista.
Maravilloso film. Quizás algo lento para los cánones actuales de escena por segundo, pero ¡que narices! ¡Uno está ya harto de tanta prisa! ¡Disfrutad de lo que Pollack nos ofrece!
Cary Juant.
Una Mujer y Tres Hombres
1974
Celebra con nosotros el 50 aniversario
del estreno de Una Mujer y Tres Hombres.
Con “Una Mujer y 3 Hombres” -o mejor dicho, “Nos habíamos amado tanto”, que sería la traducción del título original-, Scola obtuvo la consagración internacional como cineasta, con un gran éxito de crítica y público tanto en Italia como en el extranjero. La película es un recorrido maravilloso a través de treinta años de la historia de Italia, un viaje enriquecedor e inolvidable en el que, como siempre, Scola plantea infinidad de cuestiones que son tratadas de una manera humana y nostálgica, una historia que comienza en los albores de la Segunda GM donde tres camaradas, convertidos en idealistas luchadores partisanos, pelean hombro con hombro contra la Wehrmacht, jóvenes, amigos y repletos de vida, contemplan en primera persona el nacimiento de la República y la reconstrucción de un país hundido tras los estragos de la guerra, a ellos se suma Luciana (Stefania Sandrelli), bella y esplendorosa, cuyos amoríos con los tres protagonistas acentúan el romanticismo final que desprende Scola.
El director italiano no solo captura el espíritu de una época, sino que también realiza un canto de amor al cine a través de estos tres amigos que simbolizan tres maneras de enfrentarse a la vida y a unos ideales políticos. Scola acierta no solo con el tono de la historia, sino también soltando verdades dolorosas de manera cotidiana y sencilla, con unos personajes extremadamente humanos, todo un ejemplo de cómo filmar la nostalgia, esa melancolía que se origina por el recuerdo de los momentos perdidos. Y no solo la película atrapa por esos cuatro personajes que viven sus encuentros y desencuentros a lo largo de décadas, con cuatro maravillosos intérpretes que realmente construyen sus personajes, sino también por la forma que tiene el director italiano de contar esa historia, con un uso acertado del blanco y negro y el color, con la introducción de momentos históricos determinados, con un uso acertado y diferente del flashback, con monólogos interiores de sus personajes que nos van dejando rastros de su manera de sentir y vivir los acontecimientos (incluso dirigiéndose directamente a nosotros, como espectadores) y que se van entremezclando para construir un mosaico de sus existencias, con repeticiones de secuencias u otras herramientas del lenguaje cinematográfico, incluso inserta un momento de cine fantástico a lo Fellini, que tiene todo su sentido…
Todo un clásico del cine italiano, una historia sobre ideales perdidos, amor extremo al cine y un canto a vivir el presente, a valorar ciertos momentos, quizá los únicos que pueden proporcionar algo similar a la felicidad ante una vida llena de contradicciones y bofetadas de realidad. Una hermosa y gran película que desborda nostalgia por cada fotograma, infinitas gracias señor Scola por haber sido capaz de regalarnos esta clase de arte.
El director italiano no solo captura el espíritu de una época, sino que también realiza un canto de amor al cine a través de estos tres amigos que simbolizan tres maneras de enfrentarse a la vida y a unos ideales políticos. Scola acierta no solo con el tono de la historia, sino también soltando verdades dolorosas de manera cotidiana y sencilla, con unos personajes extremadamente humanos, todo un ejemplo de cómo filmar la nostalgia, esa melancolía que se origina por el recuerdo de los momentos perdidos. Y no solo la película atrapa por esos cuatro personajes que viven sus encuentros y desencuentros a lo largo de décadas, con cuatro maravillosos intérpretes que realmente construyen sus personajes, sino también por la forma que tiene el director italiano de contar esa historia, con un uso acertado del blanco y negro y el color, con la introducción de momentos históricos determinados, con un uso acertado y diferente del flashback, con monólogos interiores de sus personajes que nos van dejando rastros de su manera de sentir y vivir los acontecimientos (incluso dirigiéndose directamente a nosotros, como espectadores) y que se van entremezclando para construir un mosaico de sus existencias, con repeticiones de secuencias u otras herramientas del lenguaje cinematográfico, incluso inserta un momento de cine fantástico a lo Fellini, que tiene todo su sentido…
Todo un clásico del cine italiano, una historia sobre ideales perdidos, amor extremo al cine y un canto a vivir el presente, a valorar ciertos momentos, quizá los únicos que pueden proporcionar algo similar a la felicidad ante una vida llena de contradicciones y bofetadas de realidad. Una hermosa y gran película que desborda nostalgia por cada fotograma, infinitas gracias señor Scola por haber sido capaz de regalarnos esta clase de arte.
Cary Juant.
Almas en la Hoguera
1949
Celebra con nosotros el 75 aniversario
del estreno de Almas en la Hoguera.
“Almas en la Hoguera” está dirigida por Henry King (1886-1982), un polifacético director estadounidense, de los pocos que logró brillar tanto en el cine mudo como en el sonoro, un artesano en el buen sentido de la palabra, un tipo que trabajaba por encargo y que aunque no siempre conseguía destacar, sí tiene un buen puñado de excelentes película, "Almas en la hoguera" es una de ellas. La acción nos sitúa en una base aérea de la 8ª Fuerza Aerea de EEUU en Inglaterra, la escuadrilla de bombarderos 918ª, una unidad que lleva varias semanas combatiendo y a la que las fuertes bajas han minado la moral de combate, para sustituir al agotado comandante de la 918ª se nombra al general Frank Savage, un espléndido Gregory Peck, quien decide aplicar una férrea disciplina para restaurar la moral de la tropa.
Por una vez, un título traducido, como es “Almas en la hoguera” resulta mas apropiado para captar la esencia de la historia que el título original. La película, en vez de describir los combates aéreos, centra su atención en la lucha interna de los pilotos sometidos a la tensión del combate y la angustia extrema que supone arriesgar la vida a cada momento, las almas de esos aviadores están siendo consumidas en la hoguera de la guerra hasta el punto de atormentar sus espíritus, en ese aspecto, el desarrollo del guion es sobresaliente, presentando a la perfección los distintos puntos de vista del mando y los combatientes. Es bastante fiel a lo que era la vida “normal” para las escuadrillas de B-17 norteamericanos que bombardearon Alemania, y enfatizo lo de “normal” porque casi no se ven escenas de combate, sólo al final y, como se indica al principio de la cinta, corresponden a escenas de combate real filmadas bien por los norteamericanos o por los alemanes. Otra cosa que sorprende de esta película es que no hay ningún romance y las únicas féminas que salen son las chicas de servicios auxiliares que reparten café a los pilotos y la enfermera del hospital, insertar romances en las películas bélicas era y es algo bastante típico, aunque dichos romances sean superfluos y no aporten nada a la trama principal, pero aquí brillan por su ausencia y eso que el actor principal es Gregory Peck y la película dura más de dos horas.
Probablemente, ésta sea una de las mejores películas de guerra aérea que se han hecho nunca, pero también, mucho más allá de los usos y costumbres del género, nos habla con enorme sabiduría de conflictos internos, de personalidades rotas, de hundimientos y depresiones en el siempre difícil interior de los seres humanos. Una película menos conocida que otras del género bélico de la Segunda GM, pero que ha envejecido la mar de bien, su factura es muy, pero que muy correcta y ahonda en el perfil psicológico del combatiente, más allá de heroísmos estériles, algo que de por sí, la hace interesante y recomendable.
Por una vez, un título traducido, como es “Almas en la hoguera” resulta mas apropiado para captar la esencia de la historia que el título original. La película, en vez de describir los combates aéreos, centra su atención en la lucha interna de los pilotos sometidos a la tensión del combate y la angustia extrema que supone arriesgar la vida a cada momento, las almas de esos aviadores están siendo consumidas en la hoguera de la guerra hasta el punto de atormentar sus espíritus, en ese aspecto, el desarrollo del guion es sobresaliente, presentando a la perfección los distintos puntos de vista del mando y los combatientes. Es bastante fiel a lo que era la vida “normal” para las escuadrillas de B-17 norteamericanos que bombardearon Alemania, y enfatizo lo de “normal” porque casi no se ven escenas de combate, sólo al final y, como se indica al principio de la cinta, corresponden a escenas de combate real filmadas bien por los norteamericanos o por los alemanes. Otra cosa que sorprende de esta película es que no hay ningún romance y las únicas féminas que salen son las chicas de servicios auxiliares que reparten café a los pilotos y la enfermera del hospital, insertar romances en las películas bélicas era y es algo bastante típico, aunque dichos romances sean superfluos y no aporten nada a la trama principal, pero aquí brillan por su ausencia y eso que el actor principal es Gregory Peck y la película dura más de dos horas.
Probablemente, ésta sea una de las mejores películas de guerra aérea que se han hecho nunca, pero también, mucho más allá de los usos y costumbres del género, nos habla con enorme sabiduría de conflictos internos, de personalidades rotas, de hundimientos y depresiones en el siempre difícil interior de los seres humanos. Una película menos conocida que otras del género bélico de la Segunda GM, pero que ha envejecido la mar de bien, su factura es muy, pero que muy correcta y ahonda en el perfil psicológico del combatiente, más allá de heroísmos estériles, algo que de por sí, la hace interesante y recomendable.
Cary Juant.
Perfume de Mujer
1974
Celebra con nosotros el 50 aniversario
del estreno de Perfume de Mujer.
Un gran clásico de la cinematografía italiana, una soberbia muestra de cine latino, que tuvo en su momento un remake norteamericano, lamentablemente más conocido que éste, el primigenio y genial trabajo. Dino Risi es quien nos entrega esta genial cinta, adaptación de la novela de Giovanni Arpino, siendo el libro adaptado a guion por Ruggero Maccari y el propio Risi. Presenciaremos la historia de Fausto Consolo, militar, capitán forzosamente retirado de la milicia al sufrir el infortunio de quedar ciego después de un accidente durante unos entrenamientos con explosivos, perdiendo, además de la vista, uno de sus brazos; el capitán es un airado, lunático y obseso sexual sin remedio, un vividor, un fabulador de historias imposibles y un personaje histriónico pero indefenso, un personaje único que hace suyo el gran Vittorio Gassman, su interpretación es de las que marcan época.
La versión de Dino Risi de la novela de Giovanni Arpino es un retrato de la apariencia, es una farsa tras la que se esconde la aflicción y la negación a la vida. Medio sátiro, medio vividor, mujeriego e infeliz, el invidente que le reportó a Vittorio Gassman su premio al mejor actor en Cannes no quiere compasión, ya tiene la propia, la que le hace compararse con una piedra, prefiere encerrar sus emociones, silenciar su sufrimiento y causar la impresión de no necesitar a nadie, con la máscara puesta es divertido, pendenciero, autosuficiente, abusón, grosero y grotesco, busca evasión y escape, busca disfrutar de buena comida, buen vino y de compañía femenina que no implique ataduras, ni le haga sentir que puede sentir.
El film es una delicia en todos y cada uno de sus fotogramas, rodados con oficio por un Dino Risi que se apunta un nuevo éxito a su extensa carrera, pero sin duda es Vittorio Gassman el verdadero culpable de que esta película sea lo que es, interpreta a lo peor de lo peor, un tío caprichoso, prepotente y sinvergüenza, de hecho el propio Gassman se define a sí mismo así: "qué hijo de la gran perra soy, un bastardo inaguantable", yo no diría tanto, pero bastante “cabroncete” sí que es, y sin embargo cae bien, esa es la base de la película, una peculiar “road movie” plagada de situaciones inverosímiles, llena de personajes sumamente cachondos y a la italiana.
Una maravilla cimentada en un sólido guion, y salpicada en todo momento por un agudo y mordaz humor, humor negro y socarrón, pero, sobre todo, por la inolvidable representación que el mítico Vittorio Gassman hace del huraño y lisiado militar. Inolvidable trabajo, una joya del cine italiano tristemente relegada por el impacto mediático del remake yanqui protagonizado por el gran Al Pacino.
La versión de Dino Risi de la novela de Giovanni Arpino es un retrato de la apariencia, es una farsa tras la que se esconde la aflicción y la negación a la vida. Medio sátiro, medio vividor, mujeriego e infeliz, el invidente que le reportó a Vittorio Gassman su premio al mejor actor en Cannes no quiere compasión, ya tiene la propia, la que le hace compararse con una piedra, prefiere encerrar sus emociones, silenciar su sufrimiento y causar la impresión de no necesitar a nadie, con la máscara puesta es divertido, pendenciero, autosuficiente, abusón, grosero y grotesco, busca evasión y escape, busca disfrutar de buena comida, buen vino y de compañía femenina que no implique ataduras, ni le haga sentir que puede sentir.
El film es una delicia en todos y cada uno de sus fotogramas, rodados con oficio por un Dino Risi que se apunta un nuevo éxito a su extensa carrera, pero sin duda es Vittorio Gassman el verdadero culpable de que esta película sea lo que es, interpreta a lo peor de lo peor, un tío caprichoso, prepotente y sinvergüenza, de hecho el propio Gassman se define a sí mismo así: "qué hijo de la gran perra soy, un bastardo inaguantable", yo no diría tanto, pero bastante “cabroncete” sí que es, y sin embargo cae bien, esa es la base de la película, una peculiar “road movie” plagada de situaciones inverosímiles, llena de personajes sumamente cachondos y a la italiana.
Una maravilla cimentada en un sólido guion, y salpicada en todo momento por un agudo y mordaz humor, humor negro y socarrón, pero, sobre todo, por la inolvidable representación que el mítico Vittorio Gassman hace del huraño y lisiado militar. Inolvidable trabajo, una joya del cine italiano tristemente relegada por el impacto mediático del remake yanqui protagonizado por el gran Al Pacino.
Cary Juant.
Primera Plana
1974
“Primera plana” fue primero una obra de teatro de Ben Hetch que consiguió un sonoro éxito desde su estreno en 1928, su acción se sitúa en un único escenario del que los personajes entran y salen a capricho del autor, mientras se abren y cierran puertas constantemente, e incluso dispone, como la mayoría de los vodeviles, de un espacio para esconderse, que en esta ocasión es un escritorio en lugar del clásico armario, pero lo que la hace diferente es su sátira mordaz sobre la prensa y los políticos, dispuestos a ajusticiar a un inocente si con ello consiguen sacar alguna ventaja para sus ruines propósitos. Cuenta con dos memorables versiones anteriores: “Primera plana” (The Front Page, Lewis Milestone, 1931) y la extraordinaria “Luna nueva” (His Girl Friday, Howard Hawks, 1940), y una adaptación posterior centrada en el ambiente televisivo que pasó sin pena ni gloria: “Interferencias” (Switching Channels, Ted Kotcheff, 1987). En 1974 Billy Wilder realizó la que para mí es la mejor versión de esta historia, le devuelve la pureza original, utilizando una pareja perfecta: Jack Lemmon y Walter Matthau, mantiene los años veinte como contexto, lo que es muy adecuado, pues las cosas no habían cambiado tanto, incorpora además un psicoanalista a la historia, del que se burla sin piedad, venganza personal a sus años de corresponsal en Viena, donde Freud no quiso recibirle.
Uno de los mejores halagos que se le puede hacer es que el tiempo no le ha hecho mella alguna, su frescura es apabullante, la crítica a nuestra sociedad es muy inteligente, lo hace desde el cinismo y la sátira, pero con una carga de profundidad aplastante, el ritmo es frenético desde el minuto uno, con una presentación de personajes brillantísima. La puesta en escena es tan elegante como Wilder acostumbra, con una ambientación de los años 20 maravillosa, una fotografía luminosa del gran Jordan Cronenweth (‘Blade Runner’ o ‘Viaje alucinante al fondo de la mente humana’) y con una deliciosa música de Billy May, que nos transporta a la época, dándonos un aire de trivialidad a la historia.
Una comedia ácida, llena de momentos que pasarán a la historia del cine. Como ya hemos señalado, una crítica furiosa contra los medios de comunicación que tergiversan y devoran las noticias de forma carroñera, una sátira contra la policía corrupta y contra los politicuchos que sólo se preocupan de servir al ciudadano cuando las elecciones se acercan, una crítica también de la pena de muerte y con algunos recados para las teorías freudianas, y además con toda una serie de personajes a cada cual más peculiar: el psicólogo obsesionado con los traumas sexuales y autor de un libro titulado "Masturbación y conducta antisocial" que quiere operarse a si mismo porque no confía en los médicos “amerrricanos”, ese condenado a muerte al que le agrada su condena sólo porque en su celda hay mucha corriente, ese policía inútil, ese alcalde vicioso... Y por supuesto, la pareja protagonista, Jack Lemmon y Walter Matthau, todo un lujo, sin duda una delas mejores parejas cómicas que ha visto el cine.
Una comedia imprescindible, una de las mejores de la historia del cine, prodigiosa, para reírse durante todo su metraje a pleno pulmón. Nadie debería perderse este nuevo retrato del periodismo bajo la prima de este genial director. Gracias, señor Wilder.
Uno de los mejores halagos que se le puede hacer es que el tiempo no le ha hecho mella alguna, su frescura es apabullante, la crítica a nuestra sociedad es muy inteligente, lo hace desde el cinismo y la sátira, pero con una carga de profundidad aplastante, el ritmo es frenético desde el minuto uno, con una presentación de personajes brillantísima. La puesta en escena es tan elegante como Wilder acostumbra, con una ambientación de los años 20 maravillosa, una fotografía luminosa del gran Jordan Cronenweth (‘Blade Runner’ o ‘Viaje alucinante al fondo de la mente humana’) y con una deliciosa música de Billy May, que nos transporta a la época, dándonos un aire de trivialidad a la historia.
Una comedia ácida, llena de momentos que pasarán a la historia del cine. Como ya hemos señalado, una crítica furiosa contra los medios de comunicación que tergiversan y devoran las noticias de forma carroñera, una sátira contra la policía corrupta y contra los politicuchos que sólo se preocupan de servir al ciudadano cuando las elecciones se acercan, una crítica también de la pena de muerte y con algunos recados para las teorías freudianas, y además con toda una serie de personajes a cada cual más peculiar: el psicólogo obsesionado con los traumas sexuales y autor de un libro titulado "Masturbación y conducta antisocial" que quiere operarse a si mismo porque no confía en los médicos “amerrricanos”, ese condenado a muerte al que le agrada su condena sólo porque en su celda hay mucha corriente, ese policía inútil, ese alcalde vicioso... Y por supuesto, la pareja protagonista, Jack Lemmon y Walter Matthau, todo un lujo, sin duda una delas mejores parejas cómicas que ha visto el cine.
Una comedia imprescindible, una de las mejores de la historia del cine, prodigiosa, para reírse durante todo su metraje a pleno pulmón. Nadie debería perderse este nuevo retrato del periodismo bajo la prima de este genial director. Gracias, señor Wilder.
Cary Juant.
El Jovencito Frankenstein
1974
Celebra con nosotros el 50 aniversario
del estreno de El Jovencito Frankenstein.
Hay películas perfectas para una tarde sombría o una noche apática, o más aún, para esos estados de ánimo existencialistas que nos hacen ver la vida gris y sin sentido; los médicos o los psiquiatras deberían dejarse de recetar píldoras o de montar terapias, y mandar al afligido a casa a ver “El jovencito Frankenstein”, una comedia totalmente disparatada, delirante, ingeniosa y divertida, uno de esos milagros en los que todo funciona, y además funciona con un encanto especial; viendo la hora y tres cuartos de “El jovencito Frankenstein” se le olvidan a cualquiera los problemas o las esclavitudes de la vida como por arte de magia. Brooks hizo aquí, y creo que en esto estaremos todos de acuerdo, su mejor película, de lejos, de muy lejos, un precepto: la diversión sin complejos, pero con una gran ventaja: el formidable guion que armaron él y Gene Wilder, así, un homenaje/parodia/revisión del mito cinematográfico de Frankenstein, filmado con la intención de demoler todos los arquetipos y todos los lugares comunes de las diversas películas sobre la legendaria creación de Mary Shelley, se convierte, a fuerza de talento y de ingenio, en una de las más importantes películas sobre el monstruo, sin que las bromas y los gags visuales estorben a los momentos de suspense y horror, que también los hay y muy buenos, y sin que el tono manifiestamente gamberro diluya lo más mínimo la gótica atmósfera centroeuropea de clásico cuento de miedo. Un milagro, y de los grandes.
Cuando, durante el rodaje de “Sillas de montar calientes” (‘Blazing Saddles’, Brooks, 1974), Gene Wilder le propuso a su amigo Brooks una parodia de “Frankenstein”, lo que más le divertía al director era imaginar que, después de tantas versiones, y tantos hijos de Frankenstein siguiendo los pasos del famoso padre, sería el nieto del genio loco el protagonista de la historia, y que aunque también sería un científico prominente, no le haría ninguna gracia que le relacionaran con resurrecciones ni experimentos radicales, ni mucho menos nada concerniente al trabajo de su abuelo. Con ese punto de partida, empezaron a escribir la historia, y no creo exagerar si digo que contiene los mejores diálogos, personajes y situaciones que han escrito esta pareja de amigos, en compañía o en solitario. Tanto es así que cuando Brooks se encontró con la negativa de Columbia de filmar en blanco y negro, enseguida la Fox acogió el proyecto, esperando un éxito que finalmente se produjo, y que fue contundente.
Divertidísima comedia, todo un clásico del cine absurdo que muestra el estilo de Mel Brooks en su máxima expresión. Es especialmente interesante comprobar como capta la atmósfera del clásico de James Whale y la respeta profundamente a pesar de estar llevándola al terreno de la comedia, y eso es algo que se ha perdido mucho en las parodias actuales. Como dijo Wilder en una entrevista; "No querían hacer "El jovencito Frankenstein" como se hacían las películas de los años 1960 y 1970, querían calcar el tono de los años 1930 para jugar con él y llevarlo a otro terreno". Toda una montaña rusa de absurdeces que acompañadas por la seria y atronadora Banda Sonora del gran John Morris nos permite recordar que estamos en una historia cuyo contexto es muy serio, pero cuyos personajes no lo son, y esta es la grandeza de este tipo de cine, que las situaciones sean absurdas pero el ambiente esté calcado a la perfección.
Una película con un casting genial, diálogos brillantes e hilarantes, una excelente factura técnica y puesta en escena en blanco y negro, además, que queréis que os diga, una película en la que aparece un jorobado cuya joroba suena a madera hueca, que según el día dicha joroba aparece a la izquierda o la derecha del hombro, que para colmo de colmos el jorobado no es consciente de que es feo a más no poder y que tiene una chepa increíble, que ve una bufanda con cabeza de zorro y se tira a morderla… pues que pienso que tiene que ser de visión obligada, y en cualquier circunstancia, la carcajada a mandíbula batiente del espectador está asegurada.
Cuando, durante el rodaje de “Sillas de montar calientes” (‘Blazing Saddles’, Brooks, 1974), Gene Wilder le propuso a su amigo Brooks una parodia de “Frankenstein”, lo que más le divertía al director era imaginar que, después de tantas versiones, y tantos hijos de Frankenstein siguiendo los pasos del famoso padre, sería el nieto del genio loco el protagonista de la historia, y que aunque también sería un científico prominente, no le haría ninguna gracia que le relacionaran con resurrecciones ni experimentos radicales, ni mucho menos nada concerniente al trabajo de su abuelo. Con ese punto de partida, empezaron a escribir la historia, y no creo exagerar si digo que contiene los mejores diálogos, personajes y situaciones que han escrito esta pareja de amigos, en compañía o en solitario. Tanto es así que cuando Brooks se encontró con la negativa de Columbia de filmar en blanco y negro, enseguida la Fox acogió el proyecto, esperando un éxito que finalmente se produjo, y que fue contundente.
Divertidísima comedia, todo un clásico del cine absurdo que muestra el estilo de Mel Brooks en su máxima expresión. Es especialmente interesante comprobar como capta la atmósfera del clásico de James Whale y la respeta profundamente a pesar de estar llevándola al terreno de la comedia, y eso es algo que se ha perdido mucho en las parodias actuales. Como dijo Wilder en una entrevista; "No querían hacer "El jovencito Frankenstein" como se hacían las películas de los años 1960 y 1970, querían calcar el tono de los años 1930 para jugar con él y llevarlo a otro terreno". Toda una montaña rusa de absurdeces que acompañadas por la seria y atronadora Banda Sonora del gran John Morris nos permite recordar que estamos en una historia cuyo contexto es muy serio, pero cuyos personajes no lo son, y esta es la grandeza de este tipo de cine, que las situaciones sean absurdas pero el ambiente esté calcado a la perfección.
Una película con un casting genial, diálogos brillantes e hilarantes, una excelente factura técnica y puesta en escena en blanco y negro, además, que queréis que os diga, una película en la que aparece un jorobado cuya joroba suena a madera hueca, que según el día dicha joroba aparece a la izquierda o la derecha del hombro, que para colmo de colmos el jorobado no es consciente de que es feo a más no poder y que tiene una chepa increíble, que ve una bufanda con cabeza de zorro y se tira a morderla… pues que pienso que tiene que ser de visión obligada, y en cualquier circunstancia, la carcajada a mandíbula batiente del espectador está asegurada.
Cary Juant.
El Coloso en Llamas
1974
Celebra con nosotros el 50 aniversario
del estreno de El Coloso en Llamas.
Segunda película del género de catástrofes del productor Irwin Allen que gracias a su anterior éxito, “La aventura del Poseidón” (1972) logró el respaldo financiero de dos grandes productoras cinematográficas como la Twentieth Century Fox y Warner Bros para rodar esta más que entretenida película y consolidarse como el artífice máximo de cine de catástrofes a lo largo de la década de los años 70. Paul Newman y Steve McQueen habían coincidido en “Marcado por el odio”, esa obra maestra que Robert Wise rodó en 1956, con el segundo en un papel insignificante, y casi irreconocible, mucho cambiaron las cosas desde esa película hasta el rodaje de “El coloso en llamas” en la que ambos actores, ya estrellas, volvieron a coincidir, y Newman tuvo que someterse ante las exigencias de McQueen, que en ese momento era su máximo rival en el cine, McQueen exigió que al personaje que él interpretaba, se le añadieran más diálogos para evitar así quedar en un plano secundario. La película tuvo un coste de 15 millones de dólares, una auténtica animalada para la época, contó con un reparto absolutamente espectacular y un equipo técnico de primera, estos son los pilares sobre los que se sustenta este film, construido con la precisión de un arquitecto, nunca mejor dicho, y a la que el paso del tiempo no sólo no daña en lo más mínimo, sino que efectúa sobre él un proceso de rejuvenecimiento que sólo las obras atemporales poseen.
Con una muy presente banda sonora de John Williams, quien convenció a Allen de insertar música desde la primera secuencia, “El coloso en llamas” avanza a un ritmo espectacular, sin caer en subrayados y manejando los tópicos con habilidad. La labor de los montadores Harold F. Kress y Carl Kress —padre e hijo, el primero con un currículum impresionante— fue galardonada con un más que merecido Oscar; hacen avanzar con sumo interés un relato que, a tenor de lo visto en muchas de las películas del género, podría haber caído de lleno en el aburrimiento, pero ambos, siguiendo las órdenes de Allen, consiguen el tempo interno perfecto en las secuencias más emocionantes, que son innumerables.
La producción requirió la construcción de un buen número de decorados, que fueron posteriormente destruidos mediante el uso del fuego, en las brillantes y extraordinarias secuencias de acción filmadas por la unidad dirigida por Allen, quien siempre estuvo preocupado por dar verosimilitud y seguridad de todos los actores que trabajaron en el film, evitando con ello, que estos sufrieran algún tipo de percance serio con el uso del fuego. También se recurrió al uso de maquetas detalladas y elaboradas del edificio entre otros elementos y de unos extraordinarios efectos especiales obra de L.B. Abbott, A.D. Flowers y Douglas Trumbull (este último sin acreditar en los títulos).
La película es lo que promete: un coloso, tiene un guion impecable, una nómina de actores impresionante que, como lo buenos que eran, están espléndidos. Lamentablemente ya no se hacen películas como éstas, una mezcla perfecta de suspense y cine de catástrofes pero del bueno, no como el actual, predecible de tanta repetición. Por cierto, el vestido de Faye Dunaway es el que auténticamente hace que la temperatura suba, si le hubieran echado agua encima, el fuego seguro que se hubiera extinguido antes.
Con una muy presente banda sonora de John Williams, quien convenció a Allen de insertar música desde la primera secuencia, “El coloso en llamas” avanza a un ritmo espectacular, sin caer en subrayados y manejando los tópicos con habilidad. La labor de los montadores Harold F. Kress y Carl Kress —padre e hijo, el primero con un currículum impresionante— fue galardonada con un más que merecido Oscar; hacen avanzar con sumo interés un relato que, a tenor de lo visto en muchas de las películas del género, podría haber caído de lleno en el aburrimiento, pero ambos, siguiendo las órdenes de Allen, consiguen el tempo interno perfecto en las secuencias más emocionantes, que son innumerables.
La producción requirió la construcción de un buen número de decorados, que fueron posteriormente destruidos mediante el uso del fuego, en las brillantes y extraordinarias secuencias de acción filmadas por la unidad dirigida por Allen, quien siempre estuvo preocupado por dar verosimilitud y seguridad de todos los actores que trabajaron en el film, evitando con ello, que estos sufrieran algún tipo de percance serio con el uso del fuego. También se recurrió al uso de maquetas detalladas y elaboradas del edificio entre otros elementos y de unos extraordinarios efectos especiales obra de L.B. Abbott, A.D. Flowers y Douglas Trumbull (este último sin acreditar en los títulos).
La película es lo que promete: un coloso, tiene un guion impecable, una nómina de actores impresionante que, como lo buenos que eran, están espléndidos. Lamentablemente ya no se hacen películas como éstas, una mezcla perfecta de suspense y cine de catástrofes pero del bueno, no como el actual, predecible de tanta repetición. Por cierto, el vestido de Faye Dunaway es el que auténticamente hace que la temperatura suba, si le hubieran echado agua encima, el fuego seguro que se hubiera extinguido antes.
Cary Juant.
Maravilloso, Gracias por compartir.
ResponderEliminarBuenas noches, Oliver Twist.
EliminarSaludos.
De verdad: no sé si felicitaros por este estupendo Blog o felicitarme yo mismo por haberos descubierto casualmente. Lo dejaremos en un fifty-fifty pero tirando a un noventa y cinco por ciento a vuestro favor.
ResponderEliminarMe uno a Oliver_Twist en mi agradecimiento.
es interesante, gracias!!
ResponderEliminar¡Gran trabajo en equipo, chicos!
ResponderEliminarOtra vez lo habéis vuelto a hacer.
ResponderEliminar¡Bien!
Gran trabajo en efemérides Gracias.
ResponderEliminarSuma y sigue. Muy requetebién.
ResponderEliminarGracias.
¡Cómo me gusta esta sección!
ResponderEliminarSaludos.
A mi también. Muchas gracias, Cary.
Eliminar¡Es una gran sección! Visualmente es muy atractiva, está repleta de amor por el cine clásico, sabiduría y buen hacer.
ResponderEliminarGracias a vosotros por vuestros amables comentarios, la verdad es que así se compensa con creces el esfuerzo.
ResponderEliminarEstupendo, sin duda, el contenido: amor por el cine clásico, sabiduría y buen hacer.
ResponderEliminarNo le va a la zaga el continente: selección de imágenes y maquetación.
Continente y contenido son un complemento de lujo para vuestro Blog.
Enhorabuena a quienes lo hacéis posible.
Me ratifico en mi comentario anterior.
ResponderEliminarPor cierto, soy Fabrizio, no me gusta aparecer como "anónimo".
Muchas gracias, por presentarte y por tus palabras de elogio, Fabrizio. Gente cómo tú, hace que nos superemos día a día. Por cierto, no es nuestro blog, es de todos los que en él participamos. Tuyo también.
EliminarCerteros y eruditos sus comentarios, señor Cary Juant. Muchas gracias. Un saludo.
ResponderEliminarFabrizio.
Gracias a usted, Fabrizio. Muy amable.
EliminarSaludos cordiales
Excelente sección. La descubro ahora, así que llego tarde a efemérides anteriores, pero me apunto algunas de las que se cumplen en 1924. Especialmente me apunto los cien años de pelis de Fritz Lang y de Ernst Lubitsch. Muchas gracias.
ResponderEliminarSoy el mismo de antes. Evidentemente, he cometido un error al escribir. Quería referirme a las efemérides de 2024, con mi especial interés por algunas películas de 1924 que cumplen cien años. Perdón por el lapsus.
ResponderEliminarHola amigo anónima, muchas gracias por tus palabras, sólo comentarte que al final de la sección Efemerides puedes ver también las correspondientes a 2023.
EliminarUn cordial saludo