Filmografía Marlene Dietrich






Marlene Dietrich, el mito interminable


Alemana de carnet, capaz de decir que no al mismísimo Hitler, fue grande entre las grandes, excelente actriz y amante de algunas de las mayores estrellas de la pantalla. Hace 120 años nacía una mujer irrepetible que marcó para siempre el mundo del cine. Nacía Marlene.


Si existe una mujer cuya belleza nos parezca hoy extraña y distinta, esa es Marlene Dietrich. Áspera, ruda, distante, de cara escuálida, labios carnosos y cejas finas, su forma fría de mirar entre el espeso humo de un pitillo es ya un icono del siglo XX, parte de nuestro recuerdo colectivo. Sensual y fotogénica, Marlene se convirtió en estrella con apenas 25 años en una Alemania de la que se marchó por su repulsa pública hacia Hitler. Era valiente y misteriosa, con una vida y un trabajo tan ambiguos e irregulares como ella misma. Nada da muchas pistas sobre quién fue realmente la mujer que habitaba detrás del mito. Sobre quién fue realmente Marlene Dietrich.



Bautizada como María Magdalena en 1901, en 1921 empezó a estudiar canto, danza y violín e hizo sus pinitos en el cine como figurante en películas mudas de escaso relieve dando vida a la perfecta mujer robusta que adoraban los alemanes. En 1930 sus interminables piernas hicieron historia del cine cuando protagonizó la sensualísima El ángel azul –primera película sonora europea–, de la mano de Josef von Sternberg, quien, locamente enamorado de ella, puso la alfombra del éxito a sus pies. Casada y madre de una niña, Marlene se entregó a las mieles de ese éxito rotundo trasnochando, emborrachándose y siendo infiel a su marido con hombres y mujeres entre las que, siempre se ha dicho, estaba la propia Greta Garbo, eterna rival.




En 1931 Paramount le da un cheque en blanco y se embarca sola a hacer las Américas de la mano de su amante, Von Sternberg. Con él, haría seis películas entre barrocas e intensamente románticas: Marruecos, Fatalidad, El expreso de Shangái, La venus rubia, Capricho imperial y Carnaval en España, y en pocos años pasó de ser una estrella a convertirse en un mito. Verso suelto de los cánones de belleza de la meca del cine, siempre estuvo al margen de sus modas salvo en una cosa: perdió diez kilos nada más pisar California y siempre guardaría una dieta severa que la alejó –y cómo– de la idea de rolliza tabernera berlinesa. Lejos de esos papeles provocadores, lo que le depararía Hollywood serían personajes lánguidos, pero fuertes y siempre distinguidos, con una sensualidad mucho menos evidente. Hacía papeles de toda índole, pero, aunque no hizo cine negro, el halo de femme fatale nunca la abandonó, alentado, entre otras cosas, por un marcado acento y una voz aguardentosa. Y a ello se unían la publicidad y los carteles promocionales de sus películas, que vendían su misterio y su provocación contra ciertos cánones no escritos. Antes que la mismísima Katharine Hepburn, Marlene ya se puso pantalones, y despertó así las fantasías de hombres y mujeres que contemplaban, entre asombrados y estimulados, cómo aquella alemana hacía algo inusitado: vestirse de esmoquin. Y es que esa androginia, vinculada a la efervescencia sexual del Berlín licencioso de los años 20, le hizo ser el foco de todas las miradas: de las que se escandalizaban y de las que se excitaban.



A mediados de los años 30, su ruptura sentimental y profesional con Von Sternberg no ensombreció un ápice su carrera, algo que continuó de firme durante los primeros 40. Son los años en los que trabajó con George Marshall (Arizona), René Clair (La llama de Nueva Orleans), Raoul Walsh (Alta tensión) o Mitchell Leisen (Capricho de mujer, En las rayas de la mano), y compartiría cartel con Edward G. Robinson, Charles Boyer, Randolph Scott, James Stewart, Ray Milland, Jean Gabin (del que estuvo profundamente enamorada), John Wayne y Gary Cooper (de los que fue amante). Seguramente ella fue determinante para que se terminara de implantar el sacrosanto Código Hays en 1934, creado por la Asociación de Productores y Distribuidores de Cine de Estados Unidos como pauta de decencia moral para las películas. Y es que, hablando en plata, el público norteamericano se excitaba demasiado viendo a señoritas de moral laxa. En 1939, además, logró la nacionalidad estadounidense, lo que a los censores no les hacía mucha gracia, ya que esa alemana perniciosa había llegado allí para quedarse.

Lo primero que hizo cuando aterrizó en América fue perder 10 kilos.

Elegir de entre todos sus papeles es tan complicado como imaginarla como una entrañable matriarcona alemana que es como la describiría siempre, entre otros, Billy Wilder. Pero de una carrera llena de interpretaciones memorables –porque, sí, era una gran actriz–, destaca el del drama romántico Angel, de Ernst Lubitsch (1937), con Herbert Marshall y Melvyn Douglas, en el que es uno de los más bellos y tristes triángulos amorosos de la historia del cine. Y Berlín Occidente, con Wilder (1948), en la que da vida a una cabaretera acusada de confraternizar con los nazis durante la guerra, un papel que vivió, según diría, con especial intensidad. Su marcada actitud antinazi fue siempre aplaudida y vendió bonos de guerra durante la Segunda Guerra Mundial, entregada completamente a la causa aliada.




Eran los años 40, y Marlene era una actriz mayor. Sus papeles pasaron a ser secundarios, empezó a grabar discos –y llenar teatros– y seleccionaba con mucho cuidado sus papeles. Elegía su maquillador, su vestuario, la lente con la que debían enfocarla y cómo iluminarla. Tenía un dominio del arte cinematográfico que le era nato, algo que es mucho más evidente en los años siguientes, cuando hizo Pánico en la escena (1950), de Alfred Hitchcock, Encubridora (1952), de Fritz Lang, Testigo de cargo (1957), de Billy Wilder, o Vencedores o vencidos (1961), de Stanley Kramer. En todas ellas está magistral, envolvente, dueña por completo de cada plano. En Sed de mal (1958), de Orson Welles, o en La vuelta al mundo en 80 días (1956), de Michael Anderson, hizo sendos cameos que también forman parte de la historia del cine. Y es que nada de lo que hiciera Marlene pasaba desapercibido. A cualquier edad consiguió reinar sobre el resto de mujeres que pululaban en la órbita de Hollywood. Trabajó con los grandes hasta el final interpretando papeles secundarios.

Marlene Dietrich se convirtió en uno de los mitos del cine, y como tal fue reverenciada por muchos espectadores que acudieron en masa a ver todas sus películas; fue una actriz con gran variedad de registros expresivos que engrandeció con sus canciones y actuaciones de baile. Por su fascinante personalidad (arrolladora en muchos instantes de su vida), se convirtió en la mujer fatal arrebatadora y enigmática que, más allá de representar en sus papeles, interpretaba durante su propia vida. Sus hermosas piernas y la voz ronca han quedado como iconos (visuales y sonoros) representativos de una trayectoria que se movió en los márgenes de un romanticismo abocado, irremediablemente, a la fatalidad.




Se retiró del cine no de manera tan exagerada como Greta Garbo, pero más discreta que Bette Davis. Sea como fuere, todos la adoraban, todos la echaban de menos. Siguió cantando y trabajó firmemente por estigmatizar a los nazis durante toda su vida. Entre sus anécdotas más poderosas está la de rechazar públicamente a Hitler cuando este quiso hacerle un homenaje en Berlín al que ella solo aceptó acudir si era del brazo de Josef von Sternberg, judío. Tal homenaje no se realizó, claro.

Justo antes de morir en París, en mayo de 1992, dijo: “Lo quisimos todo y lo conseguimos, ¿no es verdad?”. Tras una despedida multitudinaria, su cuerpo fue enterrado en el cementerio municipal de su Berlín natal envuelto en una bandera norteamericana. Esa fue la única vez que volvió a Alemania.




Vencedores o vencidos (Judgment at Nuremberg, 1961)

Sed de mal (Touch Of Evil, 1958)

Testigo de cargo (Witness for the Prosecution, 1957)

Gran mundo en Montecarlo (Montecarlo, 1956)

La vuelta al mundo en 80 días (Around the World in 80 Days, 1956)

Encubridora (Rancho Notorious, 1952)

Momentos de peligro (No Highway, 1951)

Pánico en la escena (Stage Fright, 1950)

Berlín Occidente (A Foreign Affair, 1948)

En las rayas de la mano (Golden Earrings, 1947)

Sueños de gloria (Follow the Boys, 1944)

El príncipe mendigo (Kismet, 1944)

Los usurpadores (The Spoilers, 1942)

Forja de corazones (Pittsburgh, 1942)

Capricho de mujer (The Lady is Willing, 1942)

Alta tensión (Manpower, 1941)

La llama de Nueva Orléans (The Flame of New Orleans, 1941)

De isla en isla (Seven Sinners, 1940)

Arizona (Destry Rides Again, 1939)

Ángel (Angel, 1937)

La condesa Alexandra (Knight Without Armour, 1937)

I Loved a Soldier (1936)

Deseo (Desire, 1936)

El jardín de Alá (The Garden of Allah, 1936)

El diablo es una mujer (The Devil Is a Woman, 1935)

Capricho imperial (The Scarlet Empress, 1934)

El cantar de los cantares (The Song of Songs, 1933)

El expreso de Shanghai (Shanghai Express, 1932)

La venus rubia (Blonde Venus, 1932)

Fatalidad (Dishonored, 1931)

Marruecos (Morocco, 1930)

El ángel azul (Der Blaue Engel, 1930)

Gefahren der Brautzeit (1930)

Die Frau, nach der man sich sehnt (1929)

Café Elektric (1927)




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