Le brasier ardent (1923)
Ficha Técnica:
Título original: Le brasier ardent
Año: 1923
País: Francia
Género: Fantástico - Comedia – Drama - Cine mudo
Dirección: Ivan Mozzhukhin
Fotografía: Jean-Paul Mundwiller (B&W)
Guion: Ivan Mozzhukhin
Productora: Societe de Films Albatros
Duración: 108 minutos
Reparto: Ivan Mozzhukhin, Nathalie Lissenko, Nicolas Koline, Camille Bardou, Madame Lacroix
Sinopsis:
Una mujer, Elle, se levanta repentinamente de una pesadilla en la que ha sido perseguida por un hombre en distintos disfraces. El hombre de sus “sueños” no es otro que el Detective Z, cuyas memorias había estado leyendo. Elle tiene una vida perfecta. Vive al lado de las mejores vistas de París y su marido le consiente todos los caprichos que su mujer pide. No es necesario que salga de la cama para recibir la prensa, el correo o la visita de alguna de sus criadas. Sin embargo, ella se pregunta si verdaderamente la quiere. El marido, por otro lado, se tormenta imaginando diversos rivales. Cuando el matrimonio discute sobre dejar Paris permanentemente, el marido acaba contratando al detective Z para rastrear a su mujer y recuperar su afecto. Lo que no imagina su marido es que la química entre el maestro del disfraz y Elle no hace más que crecer. (FILMAFFINITY)
Idioma: Muda con intertítulos en francés y subtítulos en español (srt)
Formato: AVI (DVDRip)
Tamaño: 1’4 GB
Breve comentario
by yo
“Le Brasier Ardent” es una película extraña e inclasificable que fluctúa libremente entre la comedia, el drama y el surrealismo, de paso, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, esta película es también una excelente excusa para hablar de su creador, Ivan Mosjoukine, uno de los mejores actores de la era muda que aquí asume también las labores de dirección y escritura del guion de la que sería su segunda y última obra como realizador. Mosjoukine era en los años 10 del siglo pasado uno de los mejores actores de la industria cinematográfica rusa, al igual que la mayor parte de los cineastas de esa época, con la llegada de la revolución, emigró de Rusia y se asentó en París. Allí, la carrera de Mosjoukine siguió imparable hasta el punto de que a finales de los años 20 se le propuso trabajar en Hollywood vendiéndose al público como «el Rodolfo Valentino ruso», no obstante su aventura americana no acabó de funcionar y el actor acabaría volviendo pronto a Europa, donde su carrera declinaría con la llegada del sonoro. A principios de los años 20 estos exiliados rusos crearon una compañía para producir sus propias películas, se llamaba “Albatros”, Mosjoukine fue uno de los que contribuyó más decisivamente al éxito de la empresa a causa de su popularidad, con el tiempo la compañía se abrió a la participación de algunos cineastas galos de prestigio como Marcel L’Herbier, René Clair, Jean Epstein o Jacques Feyder, que pudieron crear ahí películas de gran valor artístico en plena libertad, de modo que este proyecto inicialmente pensado para cineastas provenientes de Rusia acabó dando cobijo a algunas de las películas francesas más interesantes de la época. Fue en el seno de la Albatros donde Mosjoukine rodaría “Le Brasier Ardent”, una película original y muy arriesgada a su manera sobre un detective, bautizado como Z, que debe ayudar a un millonario sudamericano a recuperar el favor de su joven prometida, una chica humilde que tiene cierta reticencia a casarse después de haber probado las delicias de la vida parisina.
Resulta muy difícil clasificar una película como “Le Brasier Ardent”, una cinta que por su tono ligero podría entenderse como una comedia, pero que al mismo tiempo tampoco busca abiertamente hacer reír al espectador salvo en ciertos momentos puntuales. Su tono, en ciertos momentos un tanto surrealista, tampoco hace que pueda entenderse como un drama convencional, y quizá eso explica en gran parte el fracaso que fue en su época, el público no sabía como tomarse un film que en realidad era un ejercicio libre por parte de Mosjoukine, sin las ataduras de ninguna convención o género. “Le brasier ardent” es una comedia, pero no una comedia de las de reírse a mandíbula batiente como las que podían hacer en esos años un Buster Keaton o un Charlie Chaplin, sino una comedia de las que, sin provocar esa carcajada, sí hacen sonreír constantemente con su ironía, inventiva e ingenio, sobre el papel, su trama recoge la influencia de un género que estaba empezando a nacer en esos años, el de la alta comedia, la comedia sofisticada de matrimonios, infidelidades y flirteos que puso de moda el “Erotikon” de Mauritz Stiller en 1920 y que Lubitsch había comenzado a refinar, y podría haberse quedado en un ejemplo más, pero no el mejor, de ese género si no fuera porque esa no es la única influencia que recogió Mozzhukhin, que, afortunadamente, compartía con locos como Gance o Eisenstein la idea de que en el cine innovar era sorprender y, por tanto, divertir y entretener, nunca aburrir al público, por ello el director, que también protagoniza la cinta, prueba a introducir elementos expresionistas en su comedia, y los mezcla con algunos elementos del impresionismo que los directores franceses querían llevar al cine, arrancando el filme con una secuencia absolutamente desquiciada en la que los deseos y sueños de la protagonista se van revelando en un juego extremo de montaje y claroscuros que, sin embargo, tiene su gran baza no en las influencias de estas dos corrientes estilísticas, sino en sus elementos más surrealistas. Pero Mozzhukhin tampoco trata de hacer una película abiertamente surrealista, de cambiar el curso del arte o de subvertir los valores burgueses, simplemente hace una comedia en la que los deseos, miedos y represiones de los protagonistas se manifiestan en imágenes virulentas, originales, extrañas, inéditas y divertidas.
Pese a ser algo irregular, “Le Brasier Ardent” es una estupenda película: sofisticada, alocada, libre, divertida, conmovedora. Una pequeña y singular rareza que nos demuestra las maravillosas posibilidades de la era muda.
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