El testamento del Doctor Cordelier (1959)

 

 

Título original: Le testament du Docteur Cordelier

País: Francia

Director: Jean Renoir

Guión: Jean Renoir; Novela de Robert Louis Stevenson

Música: Joseph Kosma

Fotografía: Georges Leclerc (B&W)

Intérpretes: Jean-Louis Barrault, Teddy Bilis, Michel Vitold, Jean Topart, Gaston Modot, Jean Renoir

Productora: Pathé

Año de producción: 1959

Duración: 01:32:15

Género: Suspense

Grupos: Adaptaciones de Robert Louis Stevenson

 


Sinopsis:

 

El Doctor Cordelier (Jean-Louis Barrault) es un psiquiatra eminente que quiere demostrar la existencia del alma. En sus investigaciones descubre una sustancia que le convierte en Ópalo, un ser cruel y sádico. Poco a poco se va sintiendo incapaz de controlar sus metamorfosis.


Una interesante aproximación al mito del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, en la que Renoir expresa sus obsesiones, condensadas en el conflicto entre razón y pasión en el plano moral, o la representación y lo representado en el plano artístico. Realizada con gran simplicidad, utilizando el lenguaje televisivo, es una película compleja y rica en matices.

 

 

Versión: VO + subts. españoles integrados

Formato: .mkv

Calidad: DVDrip

Tamaño: 1.07 GB


El testamento del Doctor Cordelier

 


Curiosidades varias, algunos cotilleos (de vez en cuando) y un poco de rollo de mi cosecha

 

Jean Renoir debe tener un lugar preferente dentro de los mejores cineastas de todos los tiempos, con una trayectoria cinematográfica de casi cincuenta años, y con clásicos en su haber como “La gran ilusión", “La regla del juego”, “Memorias de una doncella" o “El río”.

 

En 1959, casi al final de su carrera, sorprendió con "El testamento del Doctor Cordelier", una película rodada para televisión estupendamente fotografiada en un blanco y negro sublime, y que, no obstante, tuvo un estreno comercial en salas de cine en 1961.

 

Basada en la novela de Robert Louis Stevenson “El extraño caso del Dr. Jekyll”, constituye una de las versiones cinematográficas más sugerentes de esta mítica narración, lo cual es decir mucho visto el número, calidad y diferente tratamiento que esta historia ha tenido a lo largo del cine, desde la ortodoxa cinta de Victor Fleming El extraño caso del Dr. Jekyll” (con un Spencer Tracy soberbio, que no utilizó maquillaje sino tan solo pequeños complementos y unas muecas feroces para interpretar al monstruo), hasta películas más atrevidas y profundamente psicológicas como “Mi nombre es sombra", de Gonzalo Suárez.

 

La película, cuya historia se traslada de la Inglaterra victoriana a la Francia contemporánea, está rodada en un sobrio pero espléndido blanco y negro y logra captar la atmósfera de la novela, sobria, abstracta, casi de alucinación o de pesadilla que impregna al personaje casi desde el principio.

 

Renoir realiza una adaptación muy libre en cuanto a la letra de la obra, su ambientación, su situación histórica y temporal, pero muy estricta en cuanto al espíritu de que Stevenson quería dotarla, de un cierto carácter idealista y adoctrinador, en cuanto a la ciencia como servidora de determinadas causas y vehículo erróneo para determinados propósitos…


…Jean-Louis Barrault realiza una interpretación soberbia de ambos papeles, notable actor de carácter, de exceso gestual, todo lo opuesto a la mesura y sobriedad que exigía el personaje del Doctor, pero perfectamente ajustado al personaje de Ópalo, su otro yo, en el que se transfigura magistralmente, denotando con la transformación física el cambio interior, pasando de ser un burgués de férrea educación en valores cristianos y conservadores, a un engendro cuyo único deseo es satisfacer sus instintos, sus sentimientos reprimidos, por encima de la voluntad de los otros o de los valores imperantes en la sociedad. A este respecto es significativo que el monstruo se llame aquí Ópalo, que el ser vil y cruel escoja como nombre una materia traslúcida, que deja pasar la luz pero no de forma diáfana, sino enturbiándola, ensuciándola. Cordelier vive una vida hipócrita, cohibido por la educación y la presencia de una madre intransigente y mandona, e hipócritamente vive feliz y satisfecho de su vida burguesa, asimila modestamente su reconocimiento profesional y predica la humildad y austeridad de costumbres. Sin embargo, Ópalo, da rienda suelta al verdadero yo del Doctor, a sus deseos reprimidos, sobre todo los sexuales, al orgullo, a la condición de ser superior, miembro de una clase social burguesa privilegiada, que puede hacer lo que se le antoje con los seres inferiores, si se tercia, incluso el mal, una forma de escapar de los valores sociales convencionales que en el fondo Cordelier detesta.


La película es, por tanto, la historia de una búsqueda de un sueño de libertad que termina convertido en pesadilla, a la vez que una tesis pesimista en cuanto a que, para alcanzar la verdadera plenitud como seres humanos, si es que éste es nuestro deseo, no podemos camuflar nuestros instintos más básicos y primarios, sino sacarlos a la luz, mostrarlos ante los demás, con el riesgo que ello puede conllevar a efectos de demolición del sistema educacional y social construido a lo largo de los siglos. Es decir, que la plenitud como ser humano sólo se alcanza volviendo a nuestra naturaleza animal, instintiva.

 

Extractado de:

39 ESCALONES. Reflexiones desde un rollo de celuloide. CINE PARA SOÑAR - EL TESTAMENTO DEL DOCTOR CORDELIER

 

 

En cambio un tal “Bloomsday”, de Alicante, que lo tiene muy claro y lo cuenta muy bien en Filmaffinity, escribió:

 

Jean Renoir presenta…

Se presenta a sí mismo… en modo narrador, y nos introduce el relato desde un plató de TV (las similitudes con el “Hitchcock presenta” surgen lejanamente, así como la preocupación por la duración de la toma, como en La soga”, asunto que es también referencia inevitable y recurrente a la hora de hablar de esta película)

 

No es gratuita la introducción televisiva, en todo caso, puesto que durante el metraje el director francés indaga -desde la configuración de la escena y las actuaciones- en las relaciones “teatro-cine-televisión”, jugando con unas interpretaciones de acusado tono teatral -por su histrionismo gestual- y estirando la continuidad del plano hasta el final del speech de turno. Esa dilatación de la escena es muy televisiva por su claridad expositiva. El tríptico lo cierra el uso de gran cantidad de cámaras que permitieran luego un montaje con primeros planos más al modo cinematográfico para completar la grabación.


La cinta, por ello (plano largo, montaje destinado al detalle…), es de una tremenda sencillez. Sin embargo, esa simplicidad visual, unida a una historia con la archisabida y enésima tensión entre el instinto y la razón, y una caracterización del personaje principal algo escueta, provoca cierta falta de interés y una eterna sensación de déjà vu a medias naïf y a medias cartón piedra.

 

De resultas de todo esto, la peli me llega desde cierta puerilidad más allá del análisis al que se presta sobre la gestión de actores y su ubicación en el tempo de la escena. Una obra “maldita” de Renoir que se gana con creces esa condición y calificativo.

 

Y sí, revisión de Jekyll y Hyde. Cuestión que, ´per se´ y sin saber yo bien por qué, ya me generaba cierto desinterés. Seguramente por su entroncamiento excesivamente obvio en el universo  Renoir.

 

Pues ¿qué más se puede decir? Ya véis que para gustos hay colores...

 

Por mi parte no conocía esta película (como tantas y tantas…) excepto por algunos comentarios de Kittonito, nuestro colega en el antiguo Foro, hasta que Scarlata (¡Señorita Scal-lata, Señorita Scal-lata...!), nuestra particular “Reina del Cineclú” (te queremos, ya lo sabes), sabedora de lo que me gusta enrollarme (más que a un tonto un lápiz) en esto de los “post” me hizo una oferta tentadora:

 

Te paso el enlace de una de Renoir que tengo subida y tú, en plan persiana, preparas el 'post' ¿vale?

 

Y dicho y hecho. No me dio opción. Me pasó el enlace y ahí lo tenéis, un poco más arriba, por si os apetece echar un vistazo, siempre gratificante, a otra peli de Jean Renoir (aunque sea a una película como esta, que muchos dicen que es un poco “rarita”; aunque hay opiniones, como las que os he copiado, para todos los gustos).

 

¡Ah! Se me olvidaba deciros que el propio Jean Renoir (como hacía de vez en cuando) se reservó un papelito. Aunque no vais a encontrar su nombre en el reparto (pero se le identifica enseguidita, enseguidita, je, je, je...).

 



 

 




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